“Del exterminio democrático de la democracia”: Savater

Ciudad de México /

Escribió Emil Cioran en su Ensayo sobre el pensamiento reaccionario:

“Lo trágico del universo político reside en esa fuerza oculta que conduce a todo movimiento a negarse a sí mismo, a traicionar su inspiración original y corromperse a medida que se afirma y avanza. Es que en política, como en todo, nadie se realiza sino a través de su propia ruina. Las revoluciones surgen para dar un sentido a la historia; ese sentido, replica la reacción, le ha sido ya dado, hay que plegarse a él y defenderlo. Eso es exactamente lo que sostendrá toda revolución que haya triunfado, de manera que la intolerancia resulta de una hipótesis que ha degenerado en certeza y que ha sido impuesta como tal por un régimen, de una visión elevada al rango de verdad. Cada doctrina contiene en germen infinitas posibilidades de desastre: no siendo constructivo el espíritu más que por inadvertencia, el encuentro entre el hombre y la idea trae consigo casi siempre consecuencias funestas.

“El revolucionario utiliza del mismo modo el presente en el que se instala y que quisiera eternizar; pero su presente pronto formará parte del pasado, y, aferrándose a él, acaba uniéndose a los partidarios de la tradición”.

Me topé por primera vez con el ensayo de Cioran hace unos cuarenta años, cuando en la universidad nos dieron a leer Diálogo en el Infierno entre Maquiavelo y Montesquieu, de Maurice Joly. Aquella vieja edición que aún conservo tenía un prólogo de Fernando Savater, con el título que ahora pido prestado para titular la columna, que comenzaba mencionando una frase del ensayo de Cioran.

En estos días, con el mal espectáculo que hemos visto disfrazado de política, regresé al libro de Joly, al texto de Savater y al ensayo de Cioran. Termina Savater el prólogo así:

“Se me dirá que Maquiavelo se impuso finalmente y no puedo negarlo. Tampoco puede negarse, empero, que la insumisión permanece, que su lucha se transforma, pero que no acaba, que solemos deplorar con mayor alharaca sus desastres —son una coartada para el inmovilismo resignado— que constatar sus logros. En cualquier caso, nos queda la expresión de las disconformidad y el obstinado testimonio de lo que aún no ha sido. No olvidemos que hasta en el infierno se alzó contra Maquiavelo la objeción y la protesta”.

Buen fin de semana. 

  • Carlos Puig
  • carlos.puig@milenio.com
  • Periodista. Milenio TV, Milenio Diario y digital, de lunes a viernes. Escucho asicomosuena.mx todo el tiempo.
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