Ya habrá tiempo, meses, años, para hablar de la ganadora y los ganadores de la contienda electoral mexicana. Van a gobernar una enorme mayoría de estados, tendrán cómodas mayorías en el Legislativo federal y en varios estatales; tendrán un poder que hace décadas ningún partido o movimiento, o como le digan, ha tenido.
Serán los protagonistas en la conducción de la vida pública y en ella y ellos estará centrada la atención de ciudadanos, observadores, medios y comentaristas de la vida pública del país.
A una semana de la elección creo que hay que volver a ver, una vez más, a cómo han actuado los perdedores. Porque creo que lo que hemos visto refleja un problema sistémico, no ideológico o personal —más allá de las ideologías y conductas personales de muchos—.
Ahora que vemos la muy posible pérdida del registro del PRD, tal vez lo que habría que preguntarse es: ¿por qué aún existía? El sol azteca había jugado un papel importantísimo, qué digo, fundamental y memorable en la construcción de la democracia y la izquierda mexicana, pero de él como estructura se habían alejado todos sus arquitectos: de Cuauhtémoc a Porfirio, Ifigenia y, por supuesto, López Obrador. Con ellos se habían ido muchos más. Ya no gobernaban en ninguna parte. ¿Por qué existía? Porque tener un partido en México, por pequeño que sea, da dinero, del que sale de nuestros impuestos, harto.
Algo similar sucede con otro de los grandes perdedores de esta elección: por mucho tiempo el PRI fue sinónimo de poder y acceso al poder, pero la destrucción del tricolor en el sexenio de Enrique Peña Nieto gracias a varios factores: qué tal los gobernadores de aquellos tiempos, por no hablar de la ineficacia o la corrupción. En ese “nuevo” PRI se quedaron los que entienden que nada mejor en el sistema mexicano que ser un partido de 10 por ciento. Dinerito, puestitos, contactos y con suerte alguien que a veces los voltee a ver. Por cierto, este PRI ni siquiera podrá vender caros sus votos si le faltan a Morena, la fila enfrente es larga. Las agonías en este sistema son larguísimas.
Y luego está MC, que nos quieren convencer de que ganaron —no se rían—. Perdió su gobernador en Nuevo León todo lo perdible. En Jalisco apenitas y la libraron, pero será más que complicado. Eso sí, amarrado al apellido más famoso del partido, el “líder” será senador.
¿Alguien se hace responsable de todo esto? Pues no. Si no, quién cobra y reparte las prerrogativas. Del PAN hablaremos otro día.