Cito de nuestro sitio este fin de semana: “Un total de 12 presuntos criminales perdieron la vida y nueve más fueron detenidos durante un operativo realizado por fuerzas federales en el municipio de Huitzontla, Michoacán. Los supuestos delincuentes serían integrantes del Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG). La intervención se llevó a cabo en un área minera de difícil acceso, luego de recibir múltiples denuncias ciudadanas que alertaban sobre la presencia de un grupo armado altamente violento, compuesto por mexicanos y ex militares colombianos; tres elementos de la Marina resultaron heridos”.
Este es un solo evento, el mismo fin de semana hubo otro en Montemorelos, donde solo murieron criminales. Y si usted se pone a buscar, encontrará muchos otros reportes similares en los últimos meses.
Para estos días está claro que el mayor cambio de política pública en este segundo sexenio de Morena en la Presidencia de la República es el de la seguridad. ¿Hacia dónde ha sido ese cambio? Pues yo diría hoy que hacia el pasado, hacia aquellos años, 2007 y 2008, en que Ejército y Policía Federal y Marina se encargaban de la “guerra contra el narcotráfico” que les había encargado el presidente Calderón y que, habrá que recordar, los primeros años de su sexenio le trajo popularidad y aplausos. Hasta que un día la ciudadanía empezó a notar la cantidad de muertos del lado de presuntos criminales en “enfrentamientos” con la autoridad, los excesos de las fuerzas del Estado, la impunidad que disfrutaban y, en términos de vida cotidiana, lo poco que el esfuerzo dejaba.
No había en aquellos tiempos mañaneras, pero, de haberlas habido, seguramente incluirían como sucede hoy una sección que reporta los muchos decomisos, los descabezamientos de organizaciones criminales, los miles de supuestos arrestos. Digo supuestos, porque Omar García Harfuch aún no nos dice dónde están los arrestados. En las cárceles no caben.
Eso se hace hoy, se presume el punitivismo, el de la muerte de presuntos criminales en enfrentamientos o los miles de arrestos.
El triunfo del punitivismo está claro. Peor será con jueces electos que querrán quedar bien con sus votantes y meterán a los que más puedan a la cárcel sin importar pruebas o legalidades.
Eso pasa después de décadas del fracaso para controlar crimen y delincuencia. Que se aplaude lo otro: sí, como en El Salvador.