El mundo se ha tardado. Demasiado.
Desde que Richard Nixon declarara hace medio siglo la guerra contra las drogas, una parte del mundo ha vivido un infierno.
Como inspirado en los años del absurdo, y de terribles consecuencias, prohibicionismo de las bebidas alcohólicas, el presidente estadunidense lanzó al mundo a una cruzada para terminar con la producción, distribución y, por supuesto, consumo de las drogas.
El resultado de esa política impuesta a buena parte del mundo ha sido la que conocemos. Como todo prohibicionismo, creó mercados ilegales que han traído violencia, muerte, tragedia y destrucción. En México y en nuestra región hemos sido testigos y víctimas.
Las empresas y sus líderes que se dedican a la producción y el tráfico de drogas han protagonizado cualquier cantidad de libros, estudios académicos, películas, series.
La idea de un mundo, de una sociedad “libre de drogas”, fue desmentida día a día por los ciudadanos, algunos de ellos que seguían consumiendo porque así lo querían o lo necesitaban.
Esta semana, por primera vez en todas estas décadas, el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos ha hecho público un reporte y una recomendación histórica denunciando el fracaso de las políticas punitivas y la “guerra contra las drogas” global, y pidió un nuevo enfoque basado en la salud y los derechos humanos, incluso a través de la regulación legal de las drogas.
Así lo dice su primera recomendación: “Adoptar alternativas a la penalización, la ‘tolerancia cero’ y la supresión de las drogas, examinando la posibilidad de despenalizar su consumo; y tomar el control de los mercados ilegales de drogas adoptando una normativa responsable, a fin de eliminar los beneficios derivados del tráfico ilícito, la delincuencia y la violencia”.
Después del reporte, un centenar de organizaciones no gubernamentales de más de cuarenta países firmaron un comunicado urgiendo “a la comunidad internacional a actuar sobre el innovador llamado del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para una reforma estructural de la política de drogas”.
En México los avances, más allá de intenciones y discursos, han sido nulos. La guerra contra las drogas es un continuo desde hace décadas. La tragedia provocada está ahí, todos los días.
El nuevo e histórico reporte de la ONU y sus recomendaciones deberían ser parte fundamental de la campaña presidencial. La lucha por un país en paz comienza ahí.