Lo de Lozoya ilustra nuestra tragedia

Ciudad de México /

Si alguien en este país tenía alguna duda de cómo nuestro aparato de justicia tiene muy poco que ver con la justicia y todo que ver con la política y el poder en turno, ayer quedó confirmado para siempre.  

Vamos por partes.

En el sexenio pasado fue Raúl Cervantes, Procurador General de la República, a quien le tocó hacer la investigación de Odebrecht. De repente renunció —es un decir—, pero ese día dice: “la Procuraduría ha concluido las investigaciones respecto a uno de los mayores esquemas de corrupción internacional que en América Latina y en México se hayan visto. El complejo esquema para corromper funcionarios, obtener contratos públicos de manera indebida y luego tratar de esconder el dinero mal habido en paraísos fiscales puso a prueba nuestra determinación y a nuestras instituciones. Ya con ello, en los siguientes días, se harán las imputaciones correspondientes ante el Poder Judicial Federal”.  

Las imputaciones, con la PGR en manos de un hombre de confianza de Los Pinos, nunca se hicieron. Nada raro.

La nueva fiscalía resucitó la investigación y Emilio Lozoya, ex director de Pemex, salió corriendo. Lo agarraron pasándola bien en España y en la negociación resulta que Lozoya les iba a contar toda la corrupción de todo mundo de todos los partidos en todos los tiempos. Como el asunto es político ni le preguntan si tiene alguna prueba judicializable, lo regresan a su casa, tranquilo. Y escribe el documento prometido, acusando a decenas de malosos que él vio corromperse y —pobrecito— lo obligaron a corromperse a él. También da un video. Pruebas que sirvan, pues no muchas. Eso sí, se inician procesos contra dos… panistas.  

Enfiesta en su casa, come y cena en restaurantes hasta que un día Lourdes Mendoza, quien lo demandó y en ese proceso Lozoya había mentido que no podía salir de su casa, le toma una foto disfrutando en el Hunan.

El impacto político contra el fiscal y el gobierno es brutal.

Que conste, ir al Hunan no era ilegal, según lo que había aprobado el fiscal.

Y como todo es político, pues ahora la fiscalía se “acordó” que Lozoya tiene algunos millones de dólares guardados, que no les había entregado prueba alguna y que además come pato en público.

Y usted se puede hacer güey y comer edamames siendo muy corrupto, pero no afectándonos políticamente.

Lozoya a la cárcel. Sería de risa si no ilustrara nuestra mayor tragedia cotidiana: la ausencia de justicia.

@puigcarlos

  • Carlos Puig
  • carlos.puig@milenio.com
  • Periodista. Milenio TV, Milenio Diario y digital, de lunes a viernes. Escucho asicomosuena.mx todo el tiempo.
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