El dato asusta. En la reciente encuesta realizada por la organización Impunidad Cero se pregunta a los entrevistados “¿Qué tan de acuerdo está usted con la siguiente oración: todos los delitos se deben sancionar con cárcel?”.
Setenta y siete por ciento está muy de acuerdo o de acuerdo con la oración. El triunfo del punitivismo es resultado de tres décadas de violencia y delito cotidiano desatado.
La más reciente encuesta del Inegi de seguridad pública urbana (ENSU) lo deja claro: 63 por ciento de la población en las 91 ciudades que se analizan se siente inseguro.
La 4T, que se dice de izquierda y humanista, con tal de tener popularidad y votos se ha apropiado de este discurso punitivo; desde las mañaneras y en las políticas públicas: militarización, prisión preventiva oficiosa, olvido de las fiscalías o complicidad y cambio en el Poder Judicial para que hagan lo que quieran, que es meter mucha gente a prisión más allá de pruebas. Tantos arrestos, como se sabe desde hace años, no son demasiado eficientes en reducir la criminalidad cotidiana. Si en un año arrestamos un promedio de casi 100 mexicanos cada día, ¿por qué la percepción empeora?
En medio de esta situación destaca la presencia de un personaje: Omar García Harfuch.
Omar es un policía. Preparado, inteligente, carismático, acompañado de un equipo capaz, pero eso es: un policía. Uno que, además, desde que encabezó la seguridad en Ciudad de México no tuvo fiscalía que lo estorbara con “obstáculos” como debido proceso y presunción de inocencia y tiene también a los jueces. El paraíso para cualquier policía, que lo que más disfrutan es arrestar gente a la cárcel. Eso le ha servido para dar resultados, algunos, al menos; no todos, a decir de la ENSU.
El resultado de décadas de criminalidad y violencia más la narrativa punitivista dan popularidad al jefe del castigo. García Harfuch ya cayó en la tentación en la lucha por la candidatura de Morena para la ciudad hace un par de años.
Hoy, dicen las encuestas, está a la cabeza rumbo a 2030. Su cercanía con la Presidenta, sus niveles de conocimiento entre la población y el triunfo del punitivismo en la opinión pública podrían tentarlo otra vez.
Sería curioso que el partido que se dice de izquierda y defensor de los derechos termine teniendo un policía, por bueno que sea, de candidato.