Volvieron a prenderse algunas alarmas por la cena en Mar a Lago del día de acción de gracias a la que asistió el primer ministro canadiense, Justin Trudeau, con Donald Trump.
Como todo en estos tiempos la mayoría de las reacciones rozaron los tonos de la histeria y la exageración. Que si demuestra el sometimiento canadiense, que si es la inutilidad mexicana que nos pone al borde del abismo; que si es muestra de nuestra dignidad nacional, que si todo lo contrario…En fin.
Una cena es solo una cena. Cada país anda con sus preocupaciones y los operadores van acomodando las cosas para comenzar —porque esto apenas está comenzando— una negociación que está en sus inicios, que tanto México como Canadá saben que será muy complicada y que afectará en los próximos meses las cosas en los tres países gracias a la plataforma y el carácter de quien el 20 de enero regresará a la Casa Blanca.
Lo que importa de cada uno de estos encuentros, que todos los actores involucrados califican como “productivos” y otros adjetivos elogiosos es leer con cuidado que va cambiando y que queda igual.
Pongo un ejemplo: Después de la cena, en el relato de Trump en sus redes, dice: “Acabo de tener una reunión muy productiva con el primer ministro Justin Trudeau de Canadá, en la que discutimos muchos temas importantes que requerirán que ambos países trabajen juntos para abordarlos, como la crisis de fentanilo y drogas que ha cobrado tantas vidas como resultado de la migración ilegal”.
Después de la cena, después de la conversación telefónica con la presidenta Sheinbaum, una cosa no cambia en el discurso de Trump: la epidemia de fentanilo está directamente relacionada con los migrantes indocumentados que llegan al país.
Esto es falso como lo han probado todas las investigaciones y lo dicen los datos.
Al mismo tiempo es parte fundamental del discurso trumpista que amarra una crisis interna gravísima que afecta a millones de familias a la frontera y la negociación sobre las fronteras. Le funciona, basta ver el resultado de la elección.
Más allá de la cena, uno esperaría que en México se lean esos signos y se piense como se combatirán tales afirmaciones a la hora de sentarse. No pareciera que con un servicio exterior disminuido —es que ganan mucho, dijo la presidenta— sin dinero gracias a los recortes feroces del presupuesto para operar en Estados Unidos, se tenga la estructura para enfrentar lo que viene.
Una cena es lo de menos. Hay que comerse lo que sigue.