Greta Thunberg, pequeña y grande

Ciudad de México /

Greta Thunberg nació el 3 de enero de 2003 en Estocolmo, Suecia. Escuchó hablar por vez primera del cambio climático en 2011, recuerda, cuando tenía apenas 8 años de edad. No entendía por qué la gente hacía tan poco frente a un desafío tan grande, el más grande en la historia de la humanidad. Poco después, a los 10 años, sufrió una depresión: dejó de hablar y de comer, y fue diagnosticada con una especie de autismo. “Tengo síndrome de Asperger y eso quiere decir que soy a veces un poco diferente de la norma”, dice, “aunque si las circunstancias son correctas, ser distinto es un super-poder”. Al volver a la normalidad, sufrió un shock al ver en la escuela un documental sobre el plástico vertido en los océanos. Entonces ocurrió su conversión. La lucha contra la devastación del planeta se convirtió a partir de ese momento en la razón de su existencia.

El primer enfrentamiento tuvo lugar al interior de su familia. Durante dos años confrontó a sus padres. Los convenció de que optaran por un estilo de vida que redujera su propia huella de carbono: adquirieron un coche eléctrico y dejaron de comer carne y de viajar en avión. Malena Ernman, su madre, tuvo que renunciar a su carrera como cantante de ópera, que implicaba volar con frecuencia: ella misma cuenta la historia de la familia en el libro Escenas del corazón.

El 20 de agosto de 2018, Greta decidió no asistir a la escuela, tras una ola de calor que provocó incendios en los bosques de Suecia. Protestó todos los días, sentada frente al parlamento de su país, el Riksdag, con un cartel que decía, en sueco, Huelga escolar para el clima. El 7 de septiembre, en vísperas de las elecciones, anunció que continuaría así todos los viernes, hasta que Suecia acatara el Acuerdo de París. Su ejemplo comenzó a ser imitado por miles de jóvenes en todo el mundo.

El 4 de diciembre fue invitada a hablar a la COP24 en Katowice, Polonia. “Ustedes solo hablan de crecimiento económico verde y eterno, porque tienen demasiado miedo de no ser populares. Pero a mí no me importa ser popular. Me preocupo por la justicia climática y por el planeta”, dijo a los delegados. El 26 de enero de 2019, tras un viaje en tren hasta Zúrich, habló en Davos. “Los adultos dicen: Tenemos que dar esperanza a la próxima generación. Pero no quiero tu esperanza, ni quiero que la tengas. Quiero que entres en pánico, que tengas el miedo que yo siento todos los días, y luego quiero que actúes. Quiero que actúes como si tu casa estuviera en llamas, porque eso es lo que está pasando”. Millones de personas en todo el mundo siguieron su ejemplo, manifestaron su rechazo a la pasividad de los gobiernos. En agosto, tras publicar un libro que reúne sus discursos, Nadie es demasiado pequeño para marcar la diferencia, se embarcó en el velero Malizia II hacia Nueva York, para participar en la Cumbre sobre la Acción Climática, acompañada por su padre, el actor Svante Thunberg, descendiente de Svante Arrhenius, el científico que descubrió el efecto invernadero, por lo cual ganó el Premio Nobel de Química.

Greta Thunberg torció los labios con una expresión de ira y de desprecio cuando se topó con Donald Trump en el vestíbulo de la ONU. Ambos simbolizan los polos dentro de los cuales ocurrirá el debate sobre el planeta en los años por venir. Y creo que va a ganar Greta.

Investigador de la UNAM (Cialc)
ctello@milenio.com

  • Carlos Tello Díaz
  • Narrador, ensayista y cronista. Estudió Filosofía y Letras en el Balliol College de la Universidad de Oxford, y Relaciones Internacionales en el Trinity College de la Universidad de Cambridge. Ha sido investigador y profesor en las universidades de Cambridge (1998), Harvard (2000) y La Sorbona. Obtuvo el Egerton Prize 1979 y la Medalla Alonso de León al Mérito Histórico. Premio Mazatlán de Literatura 2016 por Porfirio Díaz, su vida y su tiempo / Escribe todos los miércoles jueves su columna Carta de viaje
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