Juárez, Díaz y la Doctrina Monroe

Ciudad de México /

Mi solidaridad con María Amparo Casar


“¿No es de verdad extraño?”, preguntó el poeta Walt Whitman, partidario del Norte durante la guerra civil en Estados Unidos. “México es el único país al que realmente hemos agredido, y ahora es el único que reza por nosotros y por nuestra victoria, con oración genuina”. México acababa de perder, hacía muy poco, más de la mitad de su territorio contra los Yankees que comandaba entonces el mismo general, Winfield Scott, que al inicio de la guerra civil era el comandante de las Fuerzas de la Unión. Benito Juárez lo había combatido como gobernador de Oaxaca. Pero ahora buscaba su apoyo, tras la Intervención de Francia en México. Otros países más fueron intervenidos en esos años por las potencias de Europa, como Perú y Santo Domingo. “Solo Dios puede saber hasta dónde se extienden los proyectos agresivos del Viejo Mundo si los Estados Unidos permanecen, como hasta aquí, indiferentes a la Doctrina de Monroe”, lamentó Juárez.

La doctrina Monroe postulaba que Washington combatiría la influencia que ejercían en el continente las potencias de Europa. Ese principio guiaba su diplomacia. La Intervención en México, sin embargo, había coincidido con la guerra civil en Estados Unidos. Ante ese hecho, el presidente Lincoln, a cambio de la neutralidad de Francia en la Guerra de Secesión, ofreció la neutralidad de su gobierno en la invasión de México. Prohibió la venta de armas al gobierno de Juárez. El triunfo de la Unión hizo cambiar las cosas, como también el asesinato de Lincoln. “El señor Johnson estará mejor dispuesto de lo que el señor Lincoln podría estarlo, a vindicar la Doctrina de Monroe”, escribió, con razón, Matías Romero. Así, en 1865, Johnson publicó un decreto que anulaba las órdenes que prohibían la exportación de armas a Juárez. Francia comprendió de inmediato. Poco después empezó a discutir con Johnson los términos del retiro de sus tropas de México.

Hacia el fin del siglo XIX, la doctrina Monroe empezó a ser utilizada para justificar la expansión de la hegemonía americana en el Continente. Porfirio Díaz reaccionó en contra. “La doctrina Monroe ni tiene el alcance que le quieren dar los estadistas americanos interpretándola libremente, ni puede ser aceptada en términos de decoro por las repúblicas hispano-americanas si no es mediante un pacto que, sin lesionar los derechos de las potencias europeas, prescriba derechos y obligaciones recíprocas”, escribió, para afirmar que todos los países del continente, no solo Estados Unidos, debían asumir la defensa de su soberanía frente a una posible agresión del Viejo Continente. “Creo que la República Norte-Americana no busca ese resultado, que la pondría al nivel de todas las que firmaran esa especie de alianza; pero repito que solo bajo la forma supradicha podríamos los latino-americanos aceptar lo que nuestra oficiosa protectora nos ofrece tan generosamente”. La doctrina Monroe solo así podía ser una doctrina de todo el Continente Americano.

Juárez estuvo dispuesto a aceptar el apoyo de los americanos, invasores ellos mismos de su país, para triunfar contra la opresión que significaban los franceses. Díaz no pudo evitar su derecho a intervenir en los países latinoamericanos para estabilizarlos, con el fin de proteger sus intereses en la región. Ambas lecciones son relevantes hoy, con respecto por ejemplo a Venezuela.


  • Carlos Tello Díaz
  • Narrador, ensayista y cronista. Estudió Filosofía y Letras en el Balliol College de la Universidad de Oxford, y Relaciones Internacionales en el Trinity College de la Universidad de Cambridge. Ha sido investigador y profesor en las universidades de Cambridge (1998), Harvard (2000) y La Sorbona. Obtuvo el Egerton Prize 1979 y la Medalla Alonso de León al Mérito Histórico. Premio Mazatlán de Literatura 2016 por Porfirio Díaz, su vida y su tiempo / Escribe todos los miércoles jueves su columna Carta de viaje
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