La tragedia de Chernóbil

Ciudad de México /

Cierra la ventana y acuéstate. Hay un incendio en la central. Volveré pronto". Así le dijo el bombero Vasili Ignatenko a su joven esposa Liudmila, antes de acudir al lugar de la explosión en la central de Chernóbil. Todo cambió a partir de ese momento, como lo narra Liudmila. ¿Es una historia de amor o de muerte? Ella no lo sabe. Acababa de casarse con su esposo, estaba embarazada, iban siempre juntos de la mano. Fue por amor a su país que Vasili acudió a apagar el incendio, sin saber a qué iba. La radiación lo aniquiló. Fue por amor a su hermano que Liuda, una enfermera de 28 años, se sometió a una transfusión de médula para él. Quedó inválida. "Había sido una muchacha guapa y fuerte... No se ha casado". Fue por amor a su marido que Liuda lo iba a ver todos los días al hospital, le daba la mano, le decía que lo quería, embarazada de seis meses. Su bebita nació, le puso Natasha como había querido él, parecía sana, con sus piernas y sus brazos, pero murió a las pocas horas. Fue también una historia de amor y de muerte. "Yo la maté. Fue mi culpa. Ella... me salvó. Recibió todo el impacto radioactivo, se convirtió, como si dijera, en el receptor de todo el impacto. Tan pequeñita".

Con estas palabras, admirables y terribles, desgarradoras, comienza el coro de testimonios que forman el gran libro que escribió Svetlana Alexiévich sobre esa tragedia: Voces de Chernóbil. Su obra apenas había sido traducida al español en el momento de ser galardonada, el año pasado, con el Premio Nobel de Literatura. Svetlana Alexiévich, nacida en 1948 en Bielorrusia, periodista desde sus días de estudiante en Minsk, dedicada ahora a la investigación y a la narrativa, que mezcla con el ensayo en un proyecto coral dedicado a reconstruir, en lengua rusa, la historia social de su país: la Unión Soviética. Debate publicó Voces de Chernóbil, que reúne los testimonios marcados por la muerte sobre la tragedia, y La guerra no tiene rostro de mujer, que expresa la experiencia de las mujeres durante la Gran Guerra Patria (el hambre, el frío, la suciedad, la violencia, el miedo), y recientemente Los muchachos de zinc, que habla con compasión de los hombres y las mujeres (oficiales y soldados, enfermeras y prostitutas, madres e hijos) que protagonizaron durante diez años la guerra de la Unión Soviética en Afganistán.

Voces de Chernóbil es un libro extraordinario. Hoy es un momento oportuno para leerlo. La tragedia ocurrió hace 30 años. "El 26 de abril de 1986, a la una de la mañana con 23 minutos y 58 segundos, una serie de explosiones destruyeron el reactor y el edificio del cuarto bloque energético de la Central Eléctrica Atómica de Chernóbil, situada cerca de la frontera bielorrusa. La catástrofe de Chernóbil se convirtió en el desastre tecnológico más grave del siglo XX". Cerca de 500 pueblos fueron abandonados en Bielorrusia. El 23 por ciento de su territorio está todavía contaminado. En esa parte vive uno de cada cinco bielorrusos: más de 2 millones de personas, de las que la tercera parte son niños. En la zona de exclusión, alrededor de Chernóbil, habitan hoy manadas de lobos, jabalíes, venados y bisontes, en un mundo sin hombres. El libro de Svetlana Alexiévich nos habla de los que murieron y de los que van a morir: alrededor de 4 mil personas, de acuerdo con la ONU. En su mayoría residentes y trabajadores que acudieron al lugar de la explosión. Hombres y mujeres que vivían una vida sencilla, normal, en el campo, una vida feliz al lado de sus vacas, porque eran campesinos, y junto a sus perros y sus gatos, que tuvieron que abandonar.


ctello@milenio.com

  • Carlos Tello Díaz
  • Narrador, ensayista y cronista. Estudió Filosofía y Letras en el Balliol College de la Universidad de Oxford, y Relaciones Internacionales en el Trinity College de la Universidad de Cambridge. Ha sido investigador y profesor en las universidades de Cambridge (1998), Harvard (2000) y La Sorbona. Obtuvo el Egerton Prize 1979 y la Medalla Alonso de León al Mérito Histórico. Premio Mazatlán de Literatura 2016 por Porfirio Díaz, su vida y su tiempo / Escribe todos los miércoles jueves su columna Carta de viaje
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