El 15 de abril de 2019, durante la Semana Santa, un incendio destruyó la parte más alta de la catedral de Notre-Dame. Al día siguiente, las promesas de fondos para reconstruir el edificio alcanzaban ya la cifra de 843 millones de euros. El presidente Emmanuel Macron prometió que, en cinco años, la iglesia volvería a ser abierta en el corazón de París. Más de 340 mil personas aportaron dinero para la reconstrucción: magnates y celebridades, y también niños y pensionados, creyentes y ateos, católicos, protestantes, judíos y musulmanes. Hace unos días, a fines de noviembre, Macron visitó la catedral, rodeado por más de mil personas, en su mayoría obreros y artesanos, y algunos de los donantes más importantes, que hicieron posible la reconstrucción de Notre-Dame. Ha costado hasta hoy —pues falta restaurar la sacristía— cerca de 700 millones de euros. La catedral abre de nuevo sus puertas, tras ser consagrado el altar, este domingo a las 6:30 de la tarde, 8 de diciembre, día de la Concepción. En la víspera habrá un concierto de la orquesta filarmónica de Radio France, dirigida por Gustavo Dudamel, con música de Vianney y Clara Luciani. La semana que viene, los mariachis irán a cantarle “Las Mañanitas” a la Virgen de Guadalupe, frente a la capilla que le fue consagrada en 1949.
La catedral de Notre-Dame comenzó a ser levantada en el año de 1163, con el impulso de Maurice de Sully, obispo de París. La mayor parte de las obras ocurrieron en apenas un siglo, entre 1163 y 1260, bajo la dirección de maestros cuyos nombres no conocemos, aunque sobreviven para la eternidad los de Pierre de Montreuil y Jean de Chelles. El edificio fue terminado en 1345. Hace ya cerca de setecientos años. Sufrió cambios a lo largo de los siglos. Fue convertida en un espacio barroco por el rey Luis XIV; fue desacralizada y pillada durante la Revolución; fue empleada como almacén por el Estado, antes de ser devuelta a la Iglesia; fue evocada en Nuestra Señora de París, la novela de Víctor Hugo; fue transformada por el arquitecto neogótico Eugène Viollet-le-Duc, quien en el siglo XIX construyó la aguja de 93 metros que coronaba el tejado, con un gallo encaramado en la punta, y colocó las quimeras en forma de monstruos que dan fama a la fachada de Notre-Dame.
Entre sus tesoros, la catedral guarda un fragmento de la Cruz, uno de los clavos que sirvió para la Crucifixión y una parte de la corona de espinas de Cristo, reliquias de la Pasión que el rey Luis IX de Francia, San Luis, compró al emperador de Constantinopla para depositar él en persona, el 19 de agosto de 1239, en Notre-Dame. Todo pasó por ahí. En 1314 fue quemado vivo en una hoguera frente a la catedral el templario Jacques de Molay; en 1429 fue coronado rey Enrique VI de Inglaterra; en 1804 fue hecho emperador Napoleón el Grande; en 1909 fue beatificada Juana de Arco; en 1931 murió suicidada, con un disparo al corazón, Antonieta Rivas Mercado; en 1937 falleció, tocando el órgano, el compositor Louis Vierne; en 2019 ardió en llamas; en 2024 sus campanas volvieron a tañir, entre ellas la que anunciaba las victorias de los atletas en el estadio de Francia, durante los Juegos Olímpicos.