Tras la derrota de los candidatos que apoyó en las elecciones intermedias en Estados Unidos, abrumado de problemas en todos los frentes, huyó hacia adelante: anunció su candidatura para la elección presidencial de 2024. Su nueva campaña empezó con el mismo caos de siempre, las mismas mentiras. Pero el personaje no debe ser subestimado, porque supone un peligro de muerte para la democracia en Estados Unidos.
En 2016, los republicanos trataron de impedir la candidatura de Donald Trump; quisieron impulsar un candidato más afín a las tradiciones del partido, como Marco Rubio. Pero no pudieron. Trump ganó la nominación y ganó, sorpresivamente, la elección. A partir de entonces comenzó a ser visto, por los republicanos, como un personaje incómodo pero efectivo, pues les permitió imponer su agenda sobre los demócratas, sobre todo en el ámbito judicial. Tomaron el control de la Suprema Corte, con lo que dieron inicio a una era de derecho conservador en Estados Unidos. El Partido Republicano, así, le perdonó todo a Trump. No lo censuró jamás en el poder, no condena hoy mismo sus peores excesos. Ha sido cómplice de un hombre que ha hecho un daño gigantesco a la democracia en su país.
“Ya basta: Estados Unidos merece más que Donald Trump”. Así tituló su editorial la semana pasada el New York Times. “El caso contra el señor Trump es muy claro”, dijo con sencillez. “Utiliza la demagogia para promover el racismo. Miente sobre todas las cosas, grandes y pequeñas. Como presidente, con frecuencia puso su interés personal por encima del interés nacional. Prometió ayudar a los americanos común y corrientes y en su lugar ofreció recortes de impuestos a los más ricos, los cuales han aumentado significativamente la deuda federal. Fue amigo de los dictadores y aliado inconstante de las democracias liberales”. Hizo más: destruyó el acuerdo nuclear con Irán, trató de negar la pandemia del covid. Pero quizá lo más grave fue su rechazo a aceptar su derrota frente a Biden en 2020. Trump ha convertido ese rechazo en una característica definitoria de su movimiento político y ha demostrado que está dispuesto a recurrir a la violencia. Es algo gravísimo. Está pasando ahora mismo en Brasil. Por muchos años pasó en México.
Trump no es apto para ser presidente: demostró ser un incompetente. Pero es sobre todo un peligro para el alma de su país. “Si continúa en la carrera cuando los primeros votos sean emitidos en 2024”, concluye el New York Times, “la elección será de nuevo un referéndum sobre la democracia en Estados Unidos”. La justicia no debe olvidarlo, tras el anuncio de su candidatura: tiene que hacerlo responder por su papel en los tumultos del 6 de enero, su interferencia en la elección de Georgia, la sustracción de documentos clasificados en su casa de Florida. El Partido Republicano tiene que ceder a la tentación de apostar a ganar con un personaje que pone en peligro las elecciones libres. Y el Partido Demócrata tiene que convencer al pueblo americano que hay que defender la democracia, porque es el sistema de gobierno que mejor garantiza que florezcan sus vidas y las vidas de sus hijos. Los americanos deben poner en el pasado a Trump. Para poder ver hacia el futuro.
Carlos Tello**Investigador de la UNAM (Cialc)
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