Ayer domingo los católicos y la mayoría de las iglesias cristianas empezamos el adviento. Palabra que proviene del latín “advientus” que significa llegada.
La sociedad de consumo nos adelantó los tiempos y en algunas cafeterías nos están ya ofreciendo roscas de reyes.
Aun no llegamos a la navidad y la imposición consumista nos adelanta a los tiempos. El Eclesiastés para ellos es una herejía.
El adviento nos prepara para recuperar la palabra más insistente en los evangelios. Me refiero a la palabra Paz.
Si, a la noche de paz. Una palabra difícil de practicar cuando resulta complejo entender (ya no los hechos históricos o reales de lo que ocurrió en Belén hace 2 mil años), sino entender los pocos esfuerzos que como sociedad estamos construyendo en contextos de desigualdad y conflicto.
Una palabra tan sencilla compuesta sólo por tres letras donde aún persisten las violencias en todas sus formas, principalmente de género además de un resquebrajamiento social que urge recomponer desde la base social: la familia.
Hemos quedado con muchas secuelas de la pandemia sobre todo en la salud mental y la tecnología que nos amenaza en convertirnos en seres idiotizados por los dispositivos móviles.
La llegada del metaverso es inminente y pareciera que el futuro nos alcanzó sin estar preparados para enfrentarlo.
Una palabra que está en desuso por la sociedad, gobiernos, iglesias y por muchos quienes piensan que todo debe girar en torno al individuo sin preocupación alguna por el entorno y la comunidad.
Donde las redes sociales parecieran nos obligan a alardear y comunicar todo, desplazando la cercanía y el contacto físico. Las redes lo monetizan todo.
Yung-Chul Han en su libro: “La desaparición de los rituales” nos estruja:
“El reposo y el silencio no tienen cabida en la red digital, cuya estructura corresponde a una atención plana…como no podemos guardar silencio, tenemos que comunicarnos”.
Sin embargo nos comunicamos pervirtiendo el dialogo.
Las benditas redes a muchos los han convertido en legiones de idiotas con derecho a convertir el engaño en verdad recordando a Humberto Eco donde el chisme, el mitote y lo efímero se vuelve tendencia.
De casas de famosos mejor no hablamos…
Sirva este tiempo para abrir el espacio a la reflexión porque muchos disfrutarán de un periodo vacacional o días de descanso para que la paz renueve e invada a nuestro ser como equilibrio estabilizador.
Ese equilibrio que proviene de la “homeostasis” que en sentido fisiológico consiste en que todo el cuerpo funcione con normalidad. En filosofía nos adentramos a la “eudaimonia”.
La vida de Jesucristo desde su nacimiento a través de sus enseñanzas (evangelios), nos invita a ordenar, reorganizar y cambiar aquello que nos “desocializa” como bien lo señala Matthew Fforde en su libro de la crisis de la posmodernidad.
Una visión materialista y relativista del hombre (que niega la existencia del alma espiritual), genera un estilo de vida individualista provocando una ruptura en la comunidad.
Que el adviento nos prepare al nacimiento de lo bueno y lo trascendente.
Donde lo superfluo y banal sea accesorio al significado intimo de la navidad y de las fiestas decembrinas.
Que no falten los verdaderos regalos de la vida como la salud, el amor y la paz que ningún aguinaldo puede comprar. Adviento y cambio.
@CUAUHTECARMONA