México tiene dos problemas que aún siguen pendientes de resolver:
El clasismo y racismo.
Y aunque parezcan superados la protección a los derechos humanos y el derecho al desarrollo a la libre personalidad aún siguen limitados con la anuencia del poder y la costumbre.
Así entonces la convivencia entre ricos y pobres, blancos con morenos, gente “nice” con “nacos”, cultos e ignorantes y, un sin número de estereotipos y estupideces (segmentación), en una sociedad donde el neoliberalismo asentó la polarización clasiracista, sigue presente contra indígenas y pueblos originarios hasta nuestros días con marcada tendencia.
Y el divisionismo dentro de la intelectualidad mexicana también hace surcos.
Ya decía nuestra Frida Khalo que prefería conversar de forma sincera con obreros y albañiles que con esa “gente estúpida que se hace llamar gente culta”.
Del México de Frida al de hoy aún queda esa gente la cual constituye parte de nuestra “comunidad cultural” donde la intelectualidad orgánica quiere seguir moviendo los hilos y no precisamente para hilvanar tejidos tzotziles y tzeltales sino para conservar cotos y canonjías sin dar cuentas al gobierno que representan.
Esta reflexión a propósito por el polémico y efímero nombramiento de Brenda Lozano como agregada cultural de México en España.
El presidente Andrés Manuel López Obrador decidió que mejor se nombrara a una poeta indígena y es de reconocerle. Impone el precedente y rompe con viejas prácticas donde habrá que desplazar al linaje cultural que ha tenido secuestrada a la Secretaría de Relaciones Exteriores por los expertos que se sienten intocables.
Sobre la malograda designación de Lozano las redes en defensa de la escritora se fueron contra la propuesta del presidente argumentando que nuestros representantes culturales en el exterior (pareciera), tienen que ser blancos, escritores, de la “comunidad cultural” y que ostenten todos los estereotipos de la exquisitez diplomática para llenar las valijas con todos sus egos para instalarse en el exterior, aunque no compartan los tiempos de la transformación política.
Se equivocan quienes, en defensa de la diplomacia cultural de México en el extranjero quieran apoyar a los perfiles de siempre (con todo y apellidos como coto de poder), porque la cultura se cuece por separado. Vaya error quienes desean imponerle al Presidente ataduras con el pretexto de que la autonomía cultural no debe obedecer a los momentos de cambio y transformación.
Nuestra cultura es expresión viva del acontecer político y así deben transmitirlo nuestros diplomáticos en el exterior.
En mi desarrollo profesional tuve la oportunidad de ocupar la Secretaria Técnica del Premio Nacional de Ciencias y Artes organizado por SEP y recuerdo las candidaturas al Premio en el Campo de Artes y Tradiciones Populares y la expresión del México pluricultural que estaba ahí (más que en cualquier otro campo incluyendo a los científicos y literatos), es de riqueza ancestral infinita de didáctico contagio.
¡Nuestra cultura popular es para presumirla y llevarla a todo el mundo!
En tiempos de cambio y contra el viejo régimen la Cancillería debe dar la oportunidad a los artesanos, poetas y lingüistas indígenas, folcloristas y a los gestores de la cultura popular para que nos representen desde la Patagonia hasta el Océano ártico.
Desde el viejo mundo hasta el país del Sol naciente.
Son momentos inéditos de cambio y es necesario romper con las viejas prácticas donde a la mitad del sexenio se resarzan los daños por esos y esas que se hacen llamar “gente culta” contra los olvidados de siempre, los indígenas y descendientes de nuestros pueblos originarios sin olor a Chanel…
@cuauhtecarmona