Corridas incruentas

Puebla /

En un México bañado en sangre humana, los ociosos e incompetentes legisladores ya metieron la propuesta de una iniciativa secundaria para matizar la crudeza de la fiesta brava mediante una transformación de las corridas a la usanza portuguesa.

Era cuestión de tiempo para que la polémica sobre la tauromaquia llegara al Congreso y al Senado de la República. Esta propuesta aparece como una mediación entre dos personajes de la bancada de Morena: Pedro Haces y Ricardo Monreal.

No es la primera vez que se aborda este asunto, desde hace por lo menos 20 años han existido voces en México que apuntan hacia una fiesta descafeinada como alternativa para resistir el embate woke.

Sin la suerte suprema no estamos hablando de una corrida de toros. Podrán ponerle otro nombre, pero las corridas de toros son con los tres tercios: la suerte de varas, el tercio de banderillas y la muerte en el ruedo. Castrar la tauromaquia quitándole parcial o totalmente la sangre, sería condenarla definitivamente, contrario a lo que Pedro Haces y un importante sector taurino proponen como su salvación en México.

Los toros no son un deporte o una simple puesta en escena, se trata de un rito que está por ser milenario y que tiene que ser protegido con su esencia completa. Si los principales implicados no están dispuestos a luchar por la preservación de una tradición y una especie, los demás taurófilos no podemos hacer más.

Porque encima de la fiesta fraudulenta que todavía se sirve por allí, tenemos que apechugar y tragarnos lo que se nos ofrezca sin chistar. Nunca se dieron cuenta desde “adentro” de la tauromaquia, que no eran los antitaurinos quienes iban minando el campo, sino la misma industria que lo corrompió todo.

Más allá del tópico de moda, la fiesta brava languidece por la falta de seriedad, la abulia y la indolencia de los actores principales.

Si los matadores de toros y los ganaderos no se pronuncian con vehemencia, esta y todas las batallas se perderán por de foul. La plaza de toros más grande del mundo estuvo cerrada cerca de dos años y a los principales afectados parecía no importarles demasiado.

Fue gracias a la labor del abogado Raúl Pérez Johnston que La México regresó a la actividad taurina. La empresa y los dueños del inmueble se encontraron con un capotazo providencial del doctor en derecho por la UNAM, sin ese quite milagroso que logró echar abajo varias suspensiones, la fiesta brava estaría bordeando las tablas… aún más.

Justo este fin de semana continúan las corridas de toros en la plaza de la colonia Nochebuena. A pesar de la clausura que sufrieron hace un par de semanas en el estadio de la Ciudad de los Deportes y la plaza de toros México, y a pesar de los intentos abolicionistas, la tauromaquia pervive en la capital del país. ¿Pero por cuánto tiempo?

La apisonadora guinda no tiene obstáculos en México, si Morena busca congraciarse con una ley antitaurina no habrá quién pueda hacerle frente y estaríamos condenados como ya ocurrió en Colombia.


  • David Badillo
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