¿Decisiones automatizadas?

Laguna /

La evolución de las empresas, desde la era industrial hasta la digital, ha llevado a una transformación significativa en su manera de operar. 

Muchas organizaciones están reconfigurando su estructura en torno a la inteligencia artificial generativa (IAG).

La IAG está comenzando a formar el núcleo de las decisiones empresariales, con el manejo de “lagos de datos” que integran información interna y externa para generar análisis, patrones y predicciones.

Ejemplos de este futuro pueden verse en la banca, donde la IAG evaluará perfiles financieros y riesgos, o en hospitales, donde procesará información médica para ofrecer diagnósticos más precisos.

En esta nueva realidad, la IAG ya no es una herramienta auxiliar, sino el cerebro que guía las decisiones de la organización.

¿Hasta qué punto debemos confiar en que la IA tome decisiones cruciales para las organizaciones y sus usuarios?

Si bien la IA puede optimizar procesos y generar grandes beneficios, ¿qué sucede cuando las decisiones automatizadas no pueden ser supervisadas completamente por humanos?

A medida que las empresas adoptan cada vez más la IA como el núcleo de sus operaciones, surgen preguntas sobre los límites éticos y los posibles escenarios de vulneración de los derechos de los usuarios.

La creciente dependencia de la IAG plantea desafíos tanto en la gestión de datos como en la autonomía de los trabajadores y los clientes que interactúan con estas organizaciones.

Las organizaciones necesitan encontrar un equilibrio entre el uso de la IAG para optimizar sus procesos y la necesidad de mantener el control humano en aspectos críticos.

Estudios como los del Institute of Electrical and Electronics Engineers (IEEE) advierten sobre los riesgos de depender demasiado de la IAG sin una supervisión adecuada. 

Un informe reciente de Harvard Business Review también señala que las organizaciones deben ser cautelosas en cómo estructuran sus sistemas basados en IAG para evitar sesgos y errores sistemáticos que puedan vulnerar los derechos de los usuarios.

A medida que las empresas avanzan hacia esta nueva era, el papel del ser humano como supervisor debe ser reforzado, no eliminado.

La IAG está reconfigurando el futuro de las organizaciones, desde la optimización de procesos hasta la toma de decisiones estratégicas. 

Sin embargo, este avance debe garantizar que las decisiones automatizadas beneficien a los humanos sin comprometer sus derechos.

El desafío de las organizaciones del futuro será encontrar el balance adecuado entre la tecnología y la supervisión humana, asegurando que la IA se utilice de manera responsable y con justicia. 

De lo contrario, tendremos escenarios con nuevos conflictos.


@perezyortiz

  • David Pérez
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