La temporada de reportes corporativos en Estados Unidos volvió a superar las expectativas. Con cerca de 65 por ciento de las empresas del S&P 500 habiendo publicado sus resultados al cierre del tercer trimestre, las ventas crecieron 8.2 por ciento y las utilidades 11.1 frente al mismo periodo de 2024. Dentro de ello, el sector tecnológico lideró con un salto de 23 por ciento en utilidades, superando las previsiones por un amplio margen.
La inteligencia artificial (IA) aparece como el gran catalizador de este impulso, tanto por su impacto en productividad como por el entusiasmo que ha provocado en los mercados. Incluso fuera de Silicon Valley, el efecto se siente: desde la automatización logística hasta el análisis predictivo en salud.
La confianza empresarial también repuntó. El índice de directores ejecutivos de Vistage alcanzó 81.9 puntos, su mejor nivel del año, aunque aún por debajo de promedios de la década pasada. Según estimaciones del economista Jason Furman, de Harvard, hasta 92 por ciento del crecimiento del PIB estadunidense para el primer semestre de 2025 se debe a la inversión asociada con la IA.
La construcción de centros de datos ya compite en volumen con la de oficinas corporativas. Ante este escenario de auge, un paralelismo con la burbuja dotcom de finales de los noventa se antoja inevitable, pues se observa una narrativa de disrupción tecnológica, flujos de capital concentrados y la expectativa de un crecimiento sin límites. Las diferencias, sin embargo, son profundas. En los noventa, muchas compañías tecnológicas apenas generaban ingresos; hoy los líderes de la IA son altamente rentables, con balances sólidos y márgenes históricamente altos. Si existe exuberancia, parece más racional que especulativa.
La IA, de hecho, no solo impulsa al sector tecnológico, sino que redefine industrias enteras, desde manufactura hasta servicios digitales. Más que una burbuja, el impulso actual refleja una transformación estructural. Si la IA sostiene el aumento de productividad que promete, que es lo más probable, no estamos, como fue el caso del dotcom, ante un espejismo de mercados voraces, sino ante un cambio de era de la dimensión de la revolución industrial de principios del siglo XX o de la tecnológica de los ochenta.
Alfa positivo. Al cierre de esta edición no se anunciaba aún al candidato ganador de las elecciones en Nueva York, pero las últimas encuestas daban amplia ventaja al socialista democrático Zohran Mamdani. De confirmarse su triunfo, habrá razones para el optimismo, no solo para los neoyorquinos, sino para todo el hemisferio. En la próxima entrega hablaremos de por qué la elección del alcalde de una sola ciudad puede tener repercusiones que exceden en mucho sus fronteras.