El rancio dogma libertario

Ciudad de México /

Hace unos días, el nuevo presidente de Argentina, Javier Milei, pronunció un llamativo discurso durante su participación en el foro de Davos. Entre otros muchos señalamientos, acusó a lo que él llama colectivismo (que pareciera querer equiparar con una suerte de nuevo socialismo), de ser el autor de todos los males económicos de la historia reciente del mundo. Con este concepto, Milei se refiere a cualquier arreglo donde se utilicen herramientas tales como la política monetaria, la deuda gubernamental o la regulación, entre otros, para impulsar el desarrollo de un país.

Según Milei, agendas como el ambientalismo ―en particular la preocupación por el cambio climático―, el feminismo, la inclusión económica o la justicia social, entre muchas otras, son todas ejemplos de que el mundo occidental se ha orientado crecientemente a este colectivismo. Desde su óptica, habría que asumir que incluso países como Singapur, Suiza o Irlanda, catalogados como los tres con los más altos índices de libertad económica, estarían orientados en esta dirección, pues todos cuentan con sistemas de protección social y con eficientes regulaciones gubernamentales. Dicho de otro modo, para Milei no existiría un solo ejemplo de una sociedad que viva en el libertarismo puro que, según él, fue el autor de los años de mayor crecimiento económico en la historia.

Curiosamente, no llama su atención ese mero hecho: si ninguna sociedad en el mundo ha elegido permanecer en esa primitiva etapa del capitalismo, ¿no será que las generaciones que han transformado sus sociedades a lo largo del tiempo saben algo que él se niega a ver? Entre otros muchos aspectos, el mundo entero, incluyendo los países más liberales económicamente, han comprendido que, a diferencia de lo que él niega, las fallas de mercado no solo existen, sino que son sumamente nocivas para el capitalismo mismo, ya no digamos para la sociedad como un conjunto. Más aún, desde una perspectiva fríamente pragmática, en la medida en que el crecimiento económico requiere de una sociedad que lo impulse, pretender la ausencia de una intervención gubernamental que permita hacer a toda esa sociedad partícipe del progreso, es una idea no solo ingenua sino contraproducente del modelo que propone.

La economía no opera en el vacío que un dogma como el libertarismo requiere. Se mueve en las sociedades, entre seres humanos con agencia, decisiones y capacidad de organización colectiva. Esta organización es la que genera reglas sin las cuales el capitalismo simplemente no podría funcionar. Más enemigo del capitalismo funcional son los dogmas libertarios que lo exponen a su autodestrucción, que el fantasma colectivista que Milei denuncia. Un capitalismo eficiente reconoce y confronta las problemáticas sociales con soluciones creativas, no con negación. Un ejemplo de esto, desde la esfera financiera, es cómo el creciente foco que la industria ha puesto sobre los elementos ambientales y de inclusión social, no solo está respondiendo a la demanda social, sino que está haciendo de ello una oportunidad para incrementar ganancias y crecimiento económico.

Las ideas económicas que Milei propone no son ni nuevas ni originales. De hecho, son ideas antiguas y, a estas alturas, rancias, que tras la revolución industrial probaron su inoperancia. Aquel mundo que no tenía en sus prioridades elementos como el reconocimiento de desventajas estructurales, la opresión a las mujeres y la exclusión social, entre muchos otros, desembocó en movimientos que han hecho evolucionar el capitalismo a lo que conocemos hoy en día, aún imperfecto, desde luego, pero muy superior, por cualquier indicador que se le mire, a las etapas tempranas que el presidente de Argentina pareciera añorar.

Alfa positivo. Continúa la buena perspectiva de los inversionistas sobre México. De acuerdo con un reciente artículo de Bloomberg, el estado saludable de las finanzas públicas, el eficaz combate a la inflación y la oportunidad de la relocalización (nearshoring), han hecho que directivos de los principales bancos de inversión globales vean en México un destino óptimo para crecer sus operaciones.


  • David Razú
  • Economista dedicado a temas de finanzas, inversiones y previsión social. Director General de Afore XXI Banorte.
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