La fórmula de la tormenta

Ciudad de México /

El pasado lunes amanecimos con malas noticias en los mercados financieros. Los principales índices bursátiles se desplomaron, en algunos casos en magnitudes no vistas en mucho tiempo. En Japón, epicentro del evento, el índice Nikkei cayó 12.4 por ciento, su segunda mayor caída histórica; en EU, el S&P y el Nasdaq disminuyeron 3.0 y 3.43 por ciento, respectivamente, y la Bolsa Mexicana de Valores (BMV) descendió en 0.89 por ciento. Las empresas tecnológicas registraron importantes caídas también, destacadamente el gigante Nvidia, con una pérdida de 6.46 por ciento.

En el terreno cambiario se depreciaron las monedas de casi todas las economías emergentes y el propio dólar estadunidense. Las criptomonedas no fueron la excepción: bitcóin y ethereum sufrieron pérdidas de 9.93 y 12.04 por ciento de valor en 24 horas, respectivamente.

No hay una causa única para la turbulencia del lunes 5, pero hay al menos tres factores identificables que, operando en conjunto, pueden explicar mucho de ella. El 31 de julio, el Banco de Japón, en línea con las expectativas de los mercados, incrementó en 15 puntos base su tasa de referencia para llevarla a un total de 0.25 por ciento. Ese mismo día, el Banco Federal de la Reserva (Fed) de EU, decidió mantener sin movimientos su propia tasa de referencia, situación que también ya era esperada por los mercados. Estos dos eventos, por sí solos, no generaron ningún sobresalto mayor en el momento en que ocurrieron, sin embargo, tienen todo que ver con lo que pasó días después.

Entre el jueves 1 y el viernes 2 de agosto, se publicaron datos sobre actividad manufacturera y mercado laboral de EU y, en ambos casos, el desempeño estuvo, ahora sí, por debajo de las expectativas de los inversionistas, generando temores de una potencial recesión en ese país. Este fue el último ingrediente para la fórmula de la tormenta, pues todo lo anterior, aunado a los crecientes temores del escalamiento del conflicto militar en Medio Oriente, generó un grado de nerviosismo en los mercados que llevó a una aversión generalizada al riesgo.

Todas las transacciones de arbitraje de tasas (carry trade) se cerraron, abandonando los países donde estaban invertidos fondos de procedencia japonesa para llevarlos de vuelta a Japón. Esto no pudo observarse el 3 y 4 de agosto, pues las bolsas estaban cerradas, pero tan pronto abrió el mercado asiático, muchas monedas de economías emergentes y el propio dólar se depreciaron en distintos grados, el yen se apreció y las bolsas asiáticas se desplomaron. Poco después abrieron los mercados europeos y corrieron la misma suerte, para continuar más tarde en EU con la misma tendencia. En este último caso, además, el temor a la recesión hizo que muchos capitales se refugiaran en bonos del Tesoro, disminuyendo sus rendimientos de corto plazo.

Lo interesante es que ninguno de estos ingredientes, por sí mismo, hubiera podido generar una tormenta como la que observamos el pasado lunes, hizo falta que todos los factores se alinearan. Para el cierre del día martes ya había tenido lugar cierto grado de recuperación, lo cual indica que el fin de semana hubo una sobrerreacción de los mercados; sin embargo, la situación general de volatilidad que todo esto provocó es indicativa de que todavía vienen más turbulencias y mejor será estar preparados. El segundo semestre del año será financieramente complejo a nivel global.

Alfa positivo. El Inegi dio buenas noticias con el Indicador Mensual de la Formación Bruta de Capital Fijo. En mayo, a tasa anual y con series desestacionalizadas, aumentó 5.6 por ciento en términos reales, con los gastos en construcción creciendo 9.2 por ciento.


  • David Razú
  • Economista dedicado a temas de finanzas, inversiones y previsión social. Director General de Afore XXI Banorte.
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