Carta abierta a los dueños del futbol mexicano

Ciudad de México /

Estimados señores:

Tras la eliminación de la selección apareció el previsible alud de análisis furibundos, donde se culpa a las principales dos televisoras, y a su esbirro en turno a cargo de la Femexfut, de esta nueva encarnación del fracaso. Y pues se dice lo de siempre: que si sólo les interesa el negocio, que si los torneos cortos con liguilla, que si eliminaron el descenso, que si pueden jugar hasta nueve extranjeros por equipo, y todos los pecadillos que les achacan para tener hundido al futbol mexicano en esta consistente mediocridad.

Y se dice luego lo que hay que hacer: que si un técnico mexicano al que sí le importe la camiseta y no nada más venga a cobrar; que si hay que apostar por los chavos; que no se tasen tan alto a los jugadores para que puedan ir a Europa; que se reduzca el número de extranjeros, y todo lo que se repite idéntico cada cuatro años, aunque es cierto que esta vez el nivel de furia parece ser mayor.

Al reflexionar al respecto, poco a poco fue aterrizando una angustia relacionada con la posibilidad de quedarnos como el perro de las dos tortas. Me explico: ¿qué tal si hacemos todos los cambios que se piden, y de todas formas no pasamos al quinto partido? ¿Entonces qué vamos a hacer? ¿A quién vamos a agarrar de puerquito para descargar la ira colectiva? E incluso en caso de éxito: ¿se han pensado bien las consecuencias psicológicas de despojarnos de golpe de nuestro vínculo con el fracaso? Bien dicen por ahí que hay que tener cuidado con lo que se desea.

Así que en lugar de esos planes de reformas estructurales, que además de que los dueños sacrificaran la ganancia de unos cuantos milloncitos requeriría un ejercicio de paciencia colectiva, para lo cual la verdad tampoco somos buenos, quizá deberíamos trazarnos una meta distinta, que no implique tanto cambio, que de todos modos quién sabe a dónde nos llevaría. Entonces, mi humilde propuesta consiste en mejor pedirle perdón al Tata Martino y convencerlo de retomar la selección, esta vez en dupla con Sven-Göran Eriksson; aumentar a 11 el número de extranjeros con el que deben alinear los equipos mexicanos (incluidas las Chivas: ¡ya basta de falsos patrioterismos!), y, ya de pasada, establecer en 30 años la edad mínima para que un mexicano pueda entrar de cambio en nuestra liga.

Todo ello con un objetivo muy claro: en vez de la mediocridad de proponernos llegar al quinto partido, se puede hacer historia de otra forma: ser la primera selección en un mundial (que además será en casa), ¡que no llegue al tercer partido! ¿Cómo lograrlo? De nuevo, muy sencillo: es cosa de nombrar capitán a Giovanni dos Santos y exigirle que, luego de haber empatado un partido y perdido otro, el día antes del juego decisivo de la fase de grupos, organice una de esas legendarias bacanales en el hotel de la selección. El resto se lo pueden imaginar. Y para añadir al rating, que Ventaneando tenga la exclusiva de entrevistar a los jugadores cuando se despierten de su cruda cósmica y cobren conciencia de no haberse presentado en un Azteca pletórico, para recoger sus primeras impresiones de la gesta histórica.

Señores, la psique de una nación está en sus manos. Por favor no tomen decisiones precipitadas, que podríamos llegar a lamentar hondamente la pérdida de una de nuestras más arraigadas tradiciones.

Atentamente,

Un fiel aficionado más.

Eduardo Rabasa

  • Eduardo Rabasa
  • osmodiarlampio@gmail.com
  • Escritor, traductor y editor, es el director fundador de la editorial Sexto Piso, autor de la novela La suma de los ceros. Publica todos los martes su columna Intersticios.
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