Los desvaríos y la megalomanía de políticos y celebridades, además de cumplir con su función esencial de entretenernos, sirven a menudo como comentario cultural de la época. En ese sentido, desde hace mucho es Bono un símbolo de la idea de que la pobreza planetaria se aliviará gracias al enorme corazón de los ricos y famosos, que acabarán con ella a golpe de megaconciertos benéficos, y campañas donde en la compra de un producto se dona a alguna causa filantrópica, como es el caso del proyecto Product Red, en cuya página de Wikipedia se explica que: “Tal amalgama de ayuda humanitaria y negocio lucrativo constituye un ejemplo de ‘consumo ético’”.
Y como bien sabemos, el mesianismo de Bono ha ido en relación inversamente proporcional con la calidad de su música, al grado de ofrecer niveles cada vez mayores de la autoparodia. Si alguna vez declaró que no querían ser de esas bandas que empezaran a sacar compilaciones de éxitos (cuestión que luego hicieron tan pronto pudieron, y en un álbum doble), de ahí pasaron al episodio de acordar con Apple que se descargara automáticamente en las computadoras de millones de usuarios su disco Songs of Experience. Fue tal el enojo generalizado que Bono tuvo que pedir perdón, y en su libro autobiográfico vuelve a admitir que fue una equivocación.
Sin embargo, recientemente superaron incluso esta vara tan alta con su anuncio disfrazado de una sentida carta a sus fans, firmada por The Edge (seguramente Bono no tuvo nada que ver en la redacción de la misma), donde se pregunta: “¿Qué pasa cuando una voz se desarrolla y la experiencia y la madurez le confieren una mayor resonancia?” La respuesta es, ¡ta raaan!: el disco de próxima aparición, Songs of Surrender, que es un refrito de U2 de… 40 canciones de U2, compuesto a partir de que “La música te permite viajar en el tiempo, así que empezamos a imaginar lo que significaría traer estas canciones a la época actual y darles el beneficio de ser de otra forma, o de ser reimaginadas, según el siglo XXI”. Pero, no temáis, fans de U2, puesto que: “Resulta que una gran canción es más o menos indestructible [Uf, qué alivio, piensa uno al leer esto]. Una vez que abandonamos nuestra reverencia por la versión original cada canción comenzó a abrirse a la nueva voz auténtica de esta época, de las personas que somos, y en particular del cantante en que se ha convertido Bono”.
Esta práctica de exprimir el propio catálogo covereándose a sí mismos lleva la idea de Simon Reynolds y Mark Fisher de la mercantilización de la nostalgia por parte del rock a un nuevo nivel. Porque además, también las letras han cambiado, como por ejemplo en la versión de “Pride (In the Name of Love)” que ya han lanzado como lyric video (y es un formato apropiado, porque justo suena a versión de karaoke), donde se cambia la frase referente a Jesús, “One man betrayed with a kiss”, por la sin duda más épica frase “One boy will never be kissed” (¿?). Pues la reinvención de uno mismo, y su correspondiente monetización, es claramente uno de los imperativos de la época. Y de seguro pronto escucharemos el anuncio de la megagira mundial de cóvers de sí mismos, con visuales de Trump y Bolsonaro incluidos, para que la Experiencia U2 incluya a los fans la descarga de sus emociones políticas.
En fin. Por cuestiones de espacio, sólo queda dirigir retóricamente a Bono la célebre pregunta que le hizo el señor Burns al abuelo Simpson: “¿No puedes pasar cinco segundos sin humillarte solo?”
Eduardo Rabasa