La droga del éxito

Ciudad de México /

Uno de los rasgos de Mark Fisher como crítico cultural es tomar en serio los fenómenos de la cultura pop, como comentarios que ofrecen pistas cruciales para comprender la época en que vivimos. Así por ejemplo con Star Wars o Batman, donde relaciona estas historias fantásticas con elementos concretos de la realidad política, como el hecho de que en Star Wars quienes gobiernan son una casta a la que se pertenece (o no) por nacimiento, apuntalando la idea del gobierno de una élite benevolente que desde las alturas vela por el interés de la población.

En el texto “Sufrir con una sonrisa”, del volumen 2 de la serie K-punk, aborda la demanda laboral incesante de la actualidad, que implica que: “Todo el tiempo es tiempo empresarial porque nosotros somos las mercancías, de modo que cualquier tiempo que no ocupamos en vendernos a nosotros mismos es desperdiciado”, y hace referencia a la película Sin límites, de Neil Burger. La trama gira en torno a una droga llamada NZT-48 que permite utilizar el 80 por ciento de la capacidad cerebral latente, con lo cual los usuarios ganan una increíble lucidez que les permite trazar conexiones insospechadas y hacer cosas impensadas, lo cual para Fisher representa la búsqueda de “aumentar el tiempo disponible para nosotros, a través de estimulantes, acortando el sueño, trabajando mientras viajamos”.

Tras ver la película a partir del comentario de Fisher me brincó otro rasgo crucial que creo que es metafóricamente la verdadera droga sobre la que trata la película. Al comienzo, el protagonista Edward Morra (Bradley Cooper) es un aspirante a escritor al que todo le sale mal, su novia lo deja, etcétera, hasta que un ex cuñado le da su primera dosis de la NZT-48, lo que pone en marcha la trama. Previsiblemente, lo primero que hace es ponerse a escribir y termina su libro en cuatro días, para gran sorpresa y beneplácito de su agente literaria. Sin embargo, a partir de ahí se dedica más bien a ganar dinero rápido mediante inversiones en bolsa de valores, pues sus nuevas capacidades le permiten analizar los números y tendencias bursátiles, para asombro de la típica figura del empresario y magnate despiadado, desempeñada por Robert de Niro. Así que el mejor uso que se le puede dar a una droga que potencia la capacidad cerebral es hacer dinero fácil en la bolsa de valores, y obviamente se da por sentado que a la par viene el cliché del estilo de vida de ropa, restaurantes, una casa y amistades caras, y buena parte de la tensión dramática se deposita en algo tan trepidante como una operación de fusión de dos megaempresas dirigidas por dos magnates.

Con lo cual la lucidez extrema conduce en realidad a una especie de jaula de barrotes relucientes, como si fuera implícito que en la actualidad lo mejor que se pudiera hacer con súper poderes sería convertirse en uno más de los clones que desde sus lujosos corporativos juegan al Monopoly especulativo, cenan en los mismos restaurantes, vacacionan en los mismos sitios, etcétera. Sólo que aquí la fuerza que da acceso a la élite dominante (que ya no es tan benevolente ni habla con aforismos enigmáticos, como la princesa Leia o Yoda) son los millones en el banco y la falta de escrúpulos. Lo que llevaría a pensar si la NZT es una droga que potencia las capacidades, o en última instancia más bien las atrofia, para con ello poder triunfar en el mundo contemporáneo.

Eduardo Rabasa


  • Eduardo Rabasa
  • osmodiarlampio@gmail.com
  • Escritor, traductor y editor, es el director fundador de la editorial Sexto Piso, autor de la novela La suma de los ceros. Publica todos los martes su columna Intersticios.
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