Ahora que Quentin Tarantino cumplió sesenta años fue una buena excusa para volver a ver Pulp Fiction, y me sigue pareciendo una obra maestra, que a cada vuelta revela un pequeño detalle que se había pasado por alto, como advertir ahora que el mesero que representa a Buddy Holly en el Jackrabbit Slim’s es nada menos que Steve Buscemi.
Mucho se critica a Tarantino por la ultraviolencia de sus películas, achacándosele un cierto regodeo en la violencia sin sentido, como una especie de pornografía sangrienta que se deleita con su propia brutalidad. Sin embargo, al menos dentro de un planteamiento ético en cuanto al recorrido y la suerte de los personajes, Pulp Fiction dista mucho de ser aleatoria o inconsistente, y en cambio exhibe una especie de simetría que parecería muy bien calculada, donde dentro de esos submundos turbios en los que obviamente de entrada no puede haber ningún tipo de pureza moral ni ética, sino que se espera ya un cierto grado de torcedura simplemente por formar parte de ellos, aun así al final más o menos cada quien tiene lo que se merece, insisto en que partiendo de que no nos encontramos de inicio en un universo de pureza ética ni moral.
A pesar de ser una película muy violenta, el único de los personajes principales que muere es el Vincent Vega desempeñado por John Travolta, que si bien no es ni siquiera más despiadado que el Jules de Samuel L. Jackson, sí comete la falta cardinal de ser reacio a toda autocrítica, ya no digamos a modificar su carácter en lo más mínimo. Cuando se salvan de morir luego de que les disparan seis veces a quemarropa, Jules lo achaca a intervención divina y se propone dejar el mundo de la gangstereada. A Vincent en cambio le aburre su cháchara y muere posteriormente a manos del Butch de Bruce Willis (a quien anteriormente había insultado de gratis). Y no es que Vincent no sea inteligente, como se muestra varias veces, sino que es sólo que parecería elegir, literalmente, morirse con la suya.
Está después la zona gris poblada por Butch y Marsellus, quienes se trenzan en una brutal pelea y parecen destinados a morir violados y torturados por Zed, el policía sádico, hasta que Butch en lugar de escapar y abandonar a Marsellus regresa a rescatarlo, con lo cual no sólo ambos obtienen una cierta redención, sino que logran saldar sus propias cuentas, y así Butch ya no tendrá que seguir escapando. Y Mia Wallace y la pareja que asalta el restaurante pasan por los fuertes sobresaltos de la sobredosis de heroína y la inversión de fortunas cuando quedan a merced de Jules, respectivamente, pero logran salir con bien, así que no hay castigo ulterior a la propia experiencia extrema en la que se metieron voluntariamente de entrada.
Lo que nos lleva a que el peor castigo de Pulp Fiction le está reservado a Zed, quien es simplemente sádico y malvado y no tiene claroscuros morales, y luego de recibir un escopetazo en la entrepierna, será torturado por secuaces de Marsellus, quien le advierte que le va a salir lo “medieval”, como venganza por haberlo violado hace unos instantes.
Así que no estamos frente a un despliegue de violencia sin sentido, sino más bien una muy particular ética, propia de los bajos fondos losangelinos que se retratan en la película. Al menos aquí no se sostiene la crítica de la ultraviolencia porque sí, pues más bien, en la mejor tradición del cine noir, sólo que en versión pop, Tarantino ha sido fiel a las motivaciones y correspondientes desenlaces para cada uno de sus memorables personajes.