Los avances médicos actuales permiten intervenir sobre el cuerpo humano con distintos fines, que van desde los terapéuticos, que representan grandes bondades para las personas en cuanto a la cura de enfermedades, hasta los no terapéuticos, que pueden incluso dañar a la persona misma o generar situaciones más complejas que desgastan económica, psicológica y emocionalmente a la persona y su familia. La Inteligencia Artificial (IA) y las biotecnologías están desafiando los paradigmas de atención médica.
Ante ello, la toma de decisiones éticas se vuelve cada vez más compleja, por lo que requiere una visión integral que contemple los elementos éticos y bioéticos para detectar los riesgos y los beneficios en cada intervención.
La Bioética es hoy la disciplina que mejor puede abordar no sólo las cuestiones referentes a la vida en sus inicios o al final de la misma sino los desafíos que los nuevos avances científicos presentan para el cuidado y promoción de la salud.
Esta disciplina data de 1927 cuando se propuso por el teólogo Frtiz Jahr como una preocupación ética por los animales usados en las experimentaciones científicas, pero no fue sino hasta 1971 que un oncólogo holandés de apellido Potter, la dio a conocer como una honda preocupación por el medio ambiente y, concretamente, como un puente que podía conectar las ciencias exactas con los valores éticos.
Desde entonces, la Bioética ha despegado en el mundo no sólo médico sino social. Desde los dilemas propios de la salud individual hasta los problemas de salud global, hoy, la Bioética se vuelve un estudio indispensable para tomar decisiones éticas que velen y salvaguarden valores como la dignidad, la integridad física, la libertad y la justicia.
Si bien existen muchos programas y una oferta muy amplia de oportunidades de capacitación en Bioética tanto en México como a nivel mundial, ésta aún no ha logrado aterrizar en esos espacios de la vida íntima, donde las preguntas por el valor de la vida, propia y ajena, el valor de la corporeidad y de la integridad, los límites de lo técnicamente posible, son realidades de las que no podemos escapar.
Esto se da, en gran medida, debido a un desconocimiento de lo que la Bioética es y de sus alcances en la toma de decisiones en momentos de crisis y de pérdida de sentido, de enfermedad y agonía, de dolor y sufrimiento.
La Bioética llega hondo en esos momentos en tanto que permite vislumbrar caminos de acción posibles pero, sobre todo, éticos, en donde las personas puedan tomar decisiones informadas y en concordancia con sus valores y preferencias. Acompañar los momentos de confusión y de incertidumbre es una de las funciones principales de la Bioética clínica.
Para que esto sea una realidad necesitamos pacientes y familias informadas, que conozcan y reclamen sus derechos: consentimiento informado, rechazo de tratamientos, voluntades anticipadas, cuidados paliativos, etc. Generar una cultura de la Bioética en el país, comienza por reconocer que, como personas y como pacientes y familiares tenemos derechos y no estamos solos frente a los sistemas de salud que pueden ser amenazantes ante nuestra propia fragilidad humana y vulnerabilidad ante la enfermedad y la muerte.
Los bioeticistas clínicos estamos para identificar situaciones éticamente retadoras, los asuntos éticos involucrados y los posibles cursos de acción que brinden luz y paz interior tanto al paciente como a la familia.
Pero también estamos para los médicos y demás profesionales de la salud ya que también ellos sufren ante la complejidad ética de un caso clínico donde es difícil poder identificar con claridad los opciones y los riesgos que cada una de ellas implica. También estamos para ellos.
Ojalá que todos cobráramos más conciencia de lo que la Bioética tiene que ofrecer pues, aunque no estemos hoy enfermos, por nuestra propia constitución corpórea y existencial, algún día lo estaremos, bien sea nosotros mismos o alguno de los nuestros y tendremos que tomar decisiones que no son fáciles pues involucran desde apegos afectivos hasta cuestiones económicas y legales de por medio, saber que no estamos solos y que habemos personas que podemos orientar y acompañar esos momentos, marca una gran diferencia.