Walter Benjamin decía que, a ratos y por instantes, el pasado aparece en el presente abriendo la posibilidad de su redención. Es, pues, el instante, la morada del pasado y del futuro, existe un solo tiempo que es hoy.
Buyng Chul Han, por su parte, critica cómo el tiempo presente se ve constantemente interrumpido por la prisa del “ahora”. Vivimos en un tiempo cada vez más frenético donde la instantaneidad tiene la mayor fuerza, sólo que, a diferencia de Benjamin, Chul Han no le otorga la carga de la redención al instante sino lo contrario, la del olvido. Vivimos para olvidar. El instante de ahora borra al instante del ayer y esfuma ante el instante del mañana. Este es el tiempo de los “ahoras”.
Esta aparición del instante se ve reflejada, por un lado, en el mundo digital que carece del tiempo pasado porque carece de memoria, Chul Han pone como ejemplo, el acceso fácil al mundo digital que abre la ventana de la infodemia y del consumismo basado en la premisa “usar y tirar”, también propone el análisis de las selfies en el teléfono móvil que, además de ocultar la narrativa de nuestra vida y mostrar sólo el telegrama del instante, no da cabida a la permanencia en el tiempo, como las fotografías impresas que quedaban a modo de monumentos a la memoria histórica.
Las selfies carecen de memoria, el mundo digital es el mundo ahora enardeciendo el sentimiento de que no existimos ayer y no existiremos mañana, sólo somos ahora y el ahora es tan fugaz que desaparece al apenas nombrarlo.
Hay también otra forma de ejemplificar la irrupción de los “ahoras” y es el hecho de que constantemente nuestro día se ve interrumpido abrupta y groseramente por las urgencias pretendidas, es decir, por los pendientes no importantes, por las ocurrencias de los creativos desatinados, por los olvidos de otros, por las necesidades de los demás, por las noticias disruptivas, las distracciones del entorno, las crisis de identidad de otros, etcétera; no pasa un solo día en que nuestra agenda pueda cumplirse sin interrupciones de diversa índole.
Vivimos el tiempo de los “ahoras” con la primacía preconcebida de que son más necesarios que el tiempo en sus tres dimensiones. Los “ahoras” exigen una pronta respuesta, una atención plena, un tiempo consumado, una puesta en acción instantánea, todo ello, a pesar de que no son importantes.
Nos envuelven en un sin sentido de acciones que no van a ningún lado pero satisfacen la urgencia de la acción.
Si les decimos que no, nos sobreviene el sentimiento de culpa y de frustración. De culpa por no haber atendido la petición exigente del absurdo, y frustración por haber decidido permanecer en las postrimerías de un tiempo que ha dejado de ser. Nos sentimos anacrónicos si no respondemos y reaccionamos a la última publicación de un contacto en redes sociales, si no estamos enterados de la última noticia escandalosa, lo mismo en la política que en el medio artístico, y nos sentimos fuera de contexto, desenfocados, “sacados” de ese instante que exige y manda estar y vivir en él.
Es por esto que, tal vez, uno de los mayores actos de resistencia hoy en día es no caer en el vértigo del instante infinito.
Este mundo ahora y la irrupción de los “ahoras” son uno de los resultados de un capitalismo que en lugar de reprimir las adhesiones a los comunes, la fomentan y hasta premian. Resistirse al tiempo ahora es oponerse a un sistema que pretende dar la libertad suficiente como para hacer pensar que la permite cuando en el fondo, está terminando con ella.
De tantas opciones, la libertad termina por colapsar y quedamos rendidos al sólo ir y venir de los movimientos de la vida que carecen, al igual que las selfies, de memoria. Así, la mayor gloria del tiempo de los “ahoras”, es el olvido de la memoria y con ella de la singularidad humana.