El abuelo tomó de la mano a Monimoni y ésta se agarró con fuerza, pues la presencia de Lula el Loco la atemorizaba: por su pelo crespo a fuerza de no lavarlo en meses; por su vestimenta: pantalones raídos, caídos a la cadera, y camisa de un percudido generacional; chanclas sin suelas; por la cuchara y el plato de plástico, que con brusquedad extendía a los viandantes para que en él depositaron alguna moneda...
–¿Por qué está así ese señor, agüelito?
–Porque le patina el coco, m’hija, ¿a poco no se le nota que anda mal de la cabeza este hombre?
–Pero si dices que es de tu edad, ¿por qué se ve más maltratado él que tú?
–Porque yo dejé el vicio a buen tiempo y Lula el Loco siguió de filo y cuando ya no tuvo para el alcohol, para el chinguere, comenzó a meterse thinner y a oler el cemento para zapatos, de ese que le dicen cinco mil y te tuesta los sesos.
–A poco tu anduviste así de vago, abuelo…
–Pues nomás un tiempecito y ya luego me consiguieron trabajo y pues ahí conoce de otras cosas uno y deja el vicio callejero por otro más caro, porque ya te ganas un dinerito. Pero como que mi cuerpo no aguantaba y mejor me retiré, si no ahorita andaría vagando como él y flotando en el espacio.
–¿Tú flotabas en el espacio, abuelo?
–Huy, hasta el infinito… y más p’allá. Pero un día mis hermanos me agarraron y me amarraron envuelto en una alfombra y me entregaron a los Drogos Anónimos y por las malas y por las buenas más o menos me enderecé, m’hija, si no ahorita me estarías llevando cigarros al manicomio, que así le dicen a la Casa de la Risa o Amansalocos.
–Tú inventas historias para entretenerme nomás, agüe… Dice mi mami que desde chico te dio por fantasear y decir que volabas por el llano acompañado de tu perrita, que también volaba: como el perrito de Superman…
–Mira nomás cómo a tu mamita también le da por inventar historias. Varios en la familia estamos medios deschavetados, para que más que la verdad: mejor come bien.
–A poco yo también, agüe…
–Todavía no, pero le das vuelo a la imaginación cuando dices que en las noches escuchas pasos en la azotea y ves personas que nos visitan…
–Es que nos visitan en las noches, agüelo: deveras!
–Híjole, sí te creo: pero no le digas a mucha gente, porque nos van a decir que nosotros estamos deschavetados, y bonitos nos veríamos los dos en la casa de la risa, que es como le dicen al manicomio, a donde llevan a los que les patina el coco…
–¿A nosotros nos patina el cerebro?
–Más bien somos de los que ven más allá que otros, eso creo. Tu bisabuela dijo que soñaba que entre la familia habría nacimientos, muertes, enfermedades, y días después nos enterábamos que así era y de bruja no la bajaban a ella, que además era nieta de Los Brujos, que así nombraban en el pueblo a los papás de tu abuelo, que fueron curanderos…
–Quiero ser curandera, agüe.
–Puedes ser doctora. Nomás aplícate con ganas, ya luego será cosa tuya si te interesas por las yerbitas que curan y las oraciones que te relajan y las pláticas donde puedes sacar todo lo que te pesa. Porque si te guardas los problemas, se te pudren y entonces comienzan las enfermedades de la cabeza.
–A ti te cuento, si prometes no decirle a nadie, va?
–Va que va, m’hija…_
* Escritor cronista de Neza
Dice mi mami que desde chico te dio por fantasear y decir que volabas por el llano