Bonito criar animalitos

Ciudad de México /

Sobre el mostrador del molino de nixtamal la Seño y el chamaco amarran los lienzos de manta con la bola de masa de maíz dentro; se los echan sobre la cabeza y emprenden la caminata rumbo a la terminal de los camiones chimecos; paran en el puesto de tamales fritos en aceite requemado una y otra vez; cada quien recibe el jarro con su respectivo atole de masa con chocolate, para pasar bocado.

Ya con la barriga llena, abordan el camión chimeco y después de hora y media o dos de viaje, entre tumbos y retumbos cada que pasan un bache, por fin llegan a casa, extienden la masa y luego dan de comer a gallinas y guajolotes la tortilla remojada y el maíz quebrado.

–Antes de irte almuerzas; te dejé el plato de frijoles con huevo y tortillas bien calientitas –dice la vieja–. También el jarro con café. Y apúrate, que se hace tarde para la escuela, tu madre ya debe estar esperándote. Sobre la mesa dejé dos pesos, son para ti.

El chamaco, hambriento, devora el alimento. A las cinco de la mañana tocaba la puerta de la tortillera, quien se cubría la cabeza con el rebozo y caminaba por delante rumbo a la parada del camión.

Apenas se acomodaban en el asiento, el sueño los invadía y despertaban hasta la terminal ubicada en la Candelaria de los Patos. En el mercado de La Merced ya todo era ajetreo, diableros circulando veloces y advirtiendo que va el golpe, va el golpe, y las vendedoras de frutas y verduras pregonando su mercancía a pleno pulmón.

–Agárrate de mi delantal, chamaco, no te me vayas a perder y luego qué cuentas le rindo a tu madre.

–Aquí voy, aquí voy –responde el chiquillo, que escasamente sale de su barrio y mira asombrado el ajetreo, sin desprenderse del delantal de la Seño, su vecina.

Al volver a casa, el chiquillo se acomide y reparte tortilla remojada a las parvadas de gallinas, gansos y guajolotes de la Seño, que agradecidas aletean, entre graznidos y cacareos.

–Llévate el canastito de mimbre y revisa los nidos: agarra los huevos con cuidado y ponlos ahí. Los estoy juntando para ponérselos a las cluecas y que empollen. Cuando nazcan te voy a regalar una parejita de pollo y pollita, para que los críes y comiences tu granjita. Es bonito criar animalitos. Te sacan de apuros, ya sea que los vendas o se los coman. Pero tienes que procurarlos o se te enferman y puras pérdidas…

El chamaco apenas si atiende lo que la Seño dice. Se apresura a cumplir las tareas rutinarias y sin decir adiós parte carrera rumbo a su casa, donde su madre lo espera en la puerta con la mochila, le da un beso y un peso para que se compre algo a la hora del recreo y aguante hasta la hora de comer.

–Y te vienes derechito pa’ la casa, no te quiero de vago pateando el balón con tus amigotes.

–Sí, má. La Seño me dio este dinero. Ten, para el alcancía.

–Está engordando el cochinito. En diciembre vemos cuánto juntas y verás que hasta para una chamarra bien calientita alcanza. Apúrate, no tarda en sonar la chicharra. Ten, es una torta con huevo y frijoles. Y te me portas bien… Tus hermanos ya se adelantaron. Y ya sabes: no quiero taches en el cuaderno.

El chamaco se ajusta la mochila en la espalda y se marcha saltando los charcos que dejó la lluvia nocturna.


  • Emiliano Pérez Cruz
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