De espíritu justiciero

Ciudad de México /

Uno encuentra al David Magaña por la calle y de volada ésta se inunda con palabras, porque al Deivid el verbo le fluye y uno lo recuerda al introducirse al bajo mundo que crea, que inventa en su novela De espíritu justiciero (Ed. Ariadna), inmersión en un México no tan profundo, donde sus habitantes transitan por realidades delictivas, cada vez más palpables en la sociedad actual, permeada por el crimen y el quítate tú para ponerme yo.

Sus acciones son plasmadas con firmeza, verosimilitud y cuajan debidamente atmósferas, ambientes y escenarios de un México no tan profundo como quisiéramos.

Editor, periodista y comunicólogo, David Magaña es el narrador que atrapa al lector y no lo suelta hasta ser leído, para que lo quieran sus cuates o malmiren sus eneamigos.

De espíritu justiciero es novela negra, y tiene la negra intención de recrear las acciones y bisnes que acontecen en un subsuelo clase media que se depauperiza o ingresa a una cotidianeidad selectiva acorde a los vio-lentos tiempos modernos; atrapa al lector de inmediato, para que se sumerja en el mundo criminal que el autor brinda los lectores para desestabilizar su orden.

Magaña sabe cómo hacerlo, y no en balde ha transitado los caminos del periodismo, ahora de apellido “narrativo”. Su experiencia como editor también le confiere herramientas para su incursión en la literatura y procura sólo lo necesario para que la nave transite sin dificultad.

La voz narrativa que conduce la historia navega con naturalidad, sin aditamentos estruendosos. De espíritu justiciero suma a sus virtudes el manejo del lenguaje preciso para crear personajes y situaciones sin excesos, con la justa dosis que la trama requiere. El  mundo criminal tiene como sólidos aliados a la impunidad, a la carencia de justicia.

Cómo señaló Hans Magnus Enzensberger, “entre asesinato y política existe una dependencia antigua, estrecha y oscura. Dicha dependencia se halla en los cimientos de todo poder, hasta ahora: ejerce el poder quién puede dar muerte a los súbditos”.

La novela de Magaña Figueroa es la oportunidad para conocer a un narrador sólido, que despliega la palabra para dar vida al mundo amponesco que sí suena a mexicano, tanto por sus acciones como por quienes las ejecutan.

El autor cumple cuando uno de sus personajes, con soberbia, amenaza: “Me desnudaré. Seré yo. Intentaré recuperar lo que pienso de mí y lo que diversas personas han externado y tuvieron la honestidad de decirme cara a cara en los últimos años: No eres culpógeno. Todo se te resbala... Tienes radar para detectar a los pendejos. Les huyo. Los ignoro o exhibo. Clasista. Despectivo. Considero a pocas personas mis iguales. Prepotente. No tienes sistema de ideas, es decir ideología, metodología ni plan de vida que te rija. Soy disperso, ecléctico y apartidista. Ateo”…

Soy, seré. Es como se requiere para ser personaje en una trama plagada de antisociales, como calificaría a los personajes de Magaña algún editor de las ya extintas revistas de sociales Alarma! y Alerta!

Bienvenida la novela De espíritu justiciero, y las que se ahí deriven, porque aún hay Magaña para rato: periodista, editor, narrador, pero sobre todo: amigo, el Magaña...


  • Emiliano Pérez Cruz
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