Gánese la propina

Ciudad de México /

Es morena, bajita, el rostro con la mueca de quien se esfuerza por contener el llanto. Intenta esbozar una sonrisa cuando pregunta ¿qué es lo que van a comer? Y en su mano tiemblan la pluma y el papel donde anotará el menú solicitado por el cliente.

–En un momento estoy con usted, le dejó la jarra del agua de limón y su vaso. 

–Gracias– responde el comensal y llena el vaso. Luego sorbe el agua que le mojó el bigote.

Afuera, en el pasillo principal –que conduce a la capilla del mercado dedicada a San Martín Caballero–  la banda de músicos de pueblo se arranca con el vals “Dios nunca muere”, y los marchantes hacia allá se dirigen, mientras el cohetero continúa lanzando más piezas al cielo, donde estallan y provocan la huida de los perros. 

–¿Quieren sopa o consomé, señores?

–Sopa, plis. Bien caliente, plis. Bastante.

–En un momentito los atiendo, permítanme.

Tras de ella aparece el Gato y su habla atropellada: cómo estás, carnalito, vi cuando entraste pero preferí dejarte comer en paz, yo apenas regresé del pueblo, ¿ves que en las noticias nomás aparece como territorio de enfrentamiento entre narcos? Pues yo fui y vine sin problema: todo en Santa Paz, por suerte. 

–Que bien, Gatito: pero no le arriesgues, qué tal que te toca una bala perdida y hasta ahí llegaste.

–De maje me acerco a donde están los fregadazos, carnalito: no estaríamos ahorita platicando…

–Mas te vale, pa qué jugarle al vivo. Mejor busca chamba, no faltará quien te la dé de chalán

–Le voy a caer al taller de tus carnales, a ver si necesitan ayudantes. La intención es llevar la fiesta en paz y sacar honradamente pa’l chivo.

–Ya es hora de que dejes la vagancia, mi buen. Todavía puedes aprender un oficio.

–No está fácil, la chamba está escasa, pero algo caerá, verás que sí.

–Pues muévete, ya casi es fin de año y sin billete está caón. Lo bueno es que sigues soltero, sin obligaciones. 

–N’hombre: si apenas me mantengo yo, imagínate con familia. Andaríamos todos hambreados. Lo bueno es que fue mi ruca la que me mandó al demoño, que si no…

–Hasta a la cárcel te clava, por desobligado. Agradece que es aguantadora. Y tú, sin oficio ni beneficio. Cáele al taller, a ver si alcanzas algo: les cayó chamba.

–Presta veinte varitos pa’l camión, el sábado que raye me reporto.

–¿Ya comiste? Pide, yo invito…

–Ya dijiste, carnal; el sábado me pongo a mano con las caguamas y te disparo una cajetilla de cigarros.

–Verás que el sábado desapareces, ni que no te conociera.

–No soy malagradecido; te consta, mi buen, no me levantes falsos 

–Como crees. Nomás te digo puras verdades. Dele su sopa, señorita, con una pieza de pollo. y su agua de jamaica, pa’ que no se atragante…

–Y suficientes tortillas: nos tienen a dieta, como si no pagara uno…

–Es que usted nomás con puras tortillas quiere llenarse, don Gatito. Es marro de nacencia.

–Deje de retobar y atienda como es debido, señorita: gánese la propina, ¿va que va?

–¿Cuál propina? Si a la hora de la hora ni un peso deja, es usted rete bien marro…

–Si no la recoges enseguida, cualquiera pasa y la levanta. Abusada, chamaca, póngase viva o se la llevan al bailongo.

–Eso es diario. Y habla como si usted fuera Don Espléndido. Por algo Diosito le dio esa bocota. 


  • Emiliano Pérez Cruz
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