Te gusta la dejadez

Ciudad de México /

–Te bañas rapidito y bien: apúrate porque se nos hace tarde para ir a la escuela –ordena Gris a la chamaca, quien se niega a abandonar el lecho, aunque el sol ya despunta.

–Ya le abrí a la regadera para que te llegue agua calientita. Nomás no te dilates.

Nora hace un esfuerzo y se incorpora. Pero Gris alerta: “Creo que te bañarás con agua fría, porque el calentador apenas si enciende: se acabó el gas. Cuando menos te lavas la cara, para que se te caigan las chinguiñas”.

–Esa voz me agrada –responde la chamaca–. Al fin que, como dice el que dice: la cáscara guarda el palo.

Habrá que esperar a que aparezca el camión del gas. Y que Griselda complete el costo del cilindro.

–Le dije a tu padre que me dejara el dinero, pero se hizo guaje y se largó. Ahora a ver si acabalo o no habrá comida, shingao…

–Si quieres agarra de mi alcancía, mam, pero me lo repones porque estoy juntando para comprar mis regalos del Día del Amor y la Amistad…

–A mí deberías de regalarme lo del alcancía: tú te bañas diario hasta dos veces, y todo cuesta: electricidad, agua, gas… y agrégale zacate, jabón, champú, acondicionador.

–Ay, vas a empezar de cuentachiles, como dice mi papá. Ya dije que cuando sea licenciada me pondré a mano.

–Eso dices ahorita, pero luego tienen novio, se casan y en balde lo que se gastó para que estudiaran. Esa historia me la sé, m’hijita. Y muévete, que el tiempo corre.

Nora se envuelve en la toalla y se dirige al baño. Con crema se limpia la cara, comienza a maquillarse y escarmena su larga cabellera.

–Si me dejaras cortar el pelo más rápido estaría lista, mamá. Nomás es una sufridera peinarse.

–No seas floja y date prisa, ya escuché los gritos del gasero. Y me avisas si sale agua caliente.

–Cómo, si desde ayer nomás se entibiaba. Mejor me espero y preparo mi uniforme.

–Pero muévele, que nos cierran la puerta de la escuela y dijiste que tienes exámenes…

El camión del gas aún no aparece y Nora lo agradece mientras Griselda refunfuña:

–Cuando menos te pones loción, para que no vayas toda apestosa a clases. Ya empieza a escasear el agua y hay que apartarla en las tinas, para de perdida lavar los calzones…

–Ya voy, ya voy. Eso del pelo largo lleva tiempito. Pero tú y tus ideas: con pelo corto o largo soy tu hija, sexo femenino, bisnieta de María Morales…

Gris asoma a la calle, pero ni rastro del camión del gas. Y ni modo de dejar el cilindro solo, los cacos andan hambreados y arrasan con todo aquello que pueda dejarles una moneda.

Camina hasta la esquina y ni sombra del gas. La vendedora de tamales y atole atiende a la clientela. Lucas, el loco del barrio, espera a que la tamalera se compadezca y le extienda la torta:

–Ora te toca de mole, porque los de salsa verde o de rajas ya se acabaron: eso te pasa por no madrugar, muchacho.

–Ya sabe que me gusta lo que haiga, seño. Todos le quedan bien sabrosos...

–Nomás falta que me digas que no te gustan y te me vas a gorrear otro lado. Ora me vas a resultar limosnero y con garrote.

–Cómo cree. Ya sabe que me acomido y le traigo el agua cuando escasea. Le digo que le ayudo a batir la masa, pero no quiere…

–Ya te dije: cuando te bañes del diario platicamos. Pero te gusta la dejadez.  Mientras, solita puedo.


  • Emiliano Pérez Cruz

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