Urge que arregle ese aparato

Ciudad de México /

Y sí, pues: se entiende que los aparatos electrónicos también se cansan y que el cansancio puede derivar en descompostura y contra la descompostura de la lavadora eléctrica no queda más que llamar al técnico, porque contra eso, ¿qué más se puede hacer?

Paciencia, no queda de otra: porque el técnico no está a nuestra soberana disposición y promete hacer un huequito dentro de sus muchas actividades para apersonarse y ver qué le pasa a esta caprichuda máquina…

Mientras, a deshacerse del agua, tender la ropa aunque esté enjabonada, y esperar a que el técnico llame a la puerta y proceda a la revisión.

Como si nomás eso tuviera que hacer la doña ama de casa. Aún le falta tallar aquellas prendas que, con todo y la zangoloteada en la lavadora, conservan mugre en puños y cuellos. Habrá que tallarles con el cepillo, y procurar que el sol pegue de lleno a las prendas blancas, para que resplandezcan y no enfermen de griscochambre.

Además, la comida no se prepara sola; la plancha requiere motor humano para desarrugar, y los chiquillos esperan en la escuela para que mami los reclamé a la entrada del plantel…

–Apúrense, que el técnico se larga y yo con la ropa en remojo. Mientras ustedes comen, yo veo que arreglen ese cachivache o no habrá ropa limpia para mañana…

Y el técnico que prometió llegar a la de ya y nomás no aparece. Y la tarde se viene encima y la ropa aún en los tendederos, porque no hay  ni sol ni viento que aceleren el secado. Llaman a la puerta:

–Ay, yo pensé: ese técnico, nomás nos da atole con el dedo y se presenta hasta que se le da la gana y una con el apuro. Pásele por acá, dispense el tiradero, urge que eche andar ese aparato: mire nomás qué mugrero tengo para lavar en cuanto me la arregle…

–No se apure, patrona: vamos a revisarla para presupuestarle y arreglarla. Verá que en dos por tres queda lista para que se dé gusto a lave y lave.

–Ojalá quede bien, aunque eso de que dé gusto está por verse: termina una con el lomo entelerido de tanto friegue y friegue. Hasta ganas me dan de volver a trabajar, porque en la casa nomás no termina uno con el tiradero.

–Eso mismo dice mi vieja: irse a trabajar y ganarse un dinerito para pagarle a la señora que nos haga el quehacer. Qué chiste.

–Pues ustedes no le ven el chiste porque no saben la joda qué significa tener la casa en orden y atender a toda la familia: nomás el que carga el muerto sabe lo que pesa. Y el trajín hogareño sí que es pesado, don. Yo diría que más que el de los albañiles. Y ni quién le alabe a una el esfuerzo. Por eso urge que me arregle la lavadora; así, mientras hago el quehacer la ropa se va desmugrando.

–Nomás diga usted dónde agarro corriente eléctrica y verá que en dos por tres queda lista su lavadora, no tenga consuelo, ya verá.

–Allá, mire: allá está el contacto y si necesita cortar la corriente, ahí está el suich para que le baje la palanca y listo.

–Ahora nomás quíteme de aquí sus tiliches, para que no les agregue yo más mugre de la que ya tienen. Se ve que es grande su familia, señito; tiene mucho que lavar, señito. Orita queda esto listo, para que se dé gusto…

–No conozco a ninguna del vecindario a la que le dé gusto lavar. Y si a usted le gusta, dígame cuánto cobra la docena y le doy trabajo, por qué lo que es a mí: lavar para nada me divierte…


  • Emiliano Pérez Cruz

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