Noam Chomsky tiene 91 años. Desde su casa en Tucson, Arizona, protege su ser, como muchos de nosotros, y lanza por medio de su computadora, como lo ha hecho a lo largo de su vida, ideas para construir una sociedad justa.
En entrevista con Srecko Horvat en un video colgado en youtube, Chomsky nos advierte del gran peligro al que nos acercamos: una guerra donde las potencias, controladas por los poderes corporativos, aíslen a los ciudadanos y luego desaten un desastre nuclear.
Es la misma preocupación que nos dejó Stephen Hawking antes de morir. Nuestra imaginación se intimida ante esa posibilidad, y es mejor no abrir esa puerta.
No obstante, debemos preguntarnos, ¿qué podemos hacer?
Chomsky nos dice que debemos llenar el futuro de significado y que, desde nuestras casas, construir la participación social.
Nuestros dirigentes políticos (¿para qué gastar tiempo mencionando sus nombres?), nos dicen que todo va a pasar y que vamos a estar bien, como si sus palabras fueran mágicas y la realidad les obedeciera.
Mas tenemos que estar conscientes de que, durante esta cuarentena, muchos ya empezaron a sufrir por la caída de sus ingresos y modos de subsistencia, y es muy probable que su situación se intensifique.
Así que Chomsky nos motiva a crear redes que promuevan el flujo no sólo de la comunicación sino también del capital.
Estas redes deben irrigar hacia abajo y a los lados, protegiendo principalmente a los miembros de la comunidad local y de nuestras clases sociales compañeras.
Cuando Chomsky habla de llenar el futuro se refiere a colocar en nuestro hacer objetivos concretos, tales como contribuir a que las empresas pequeñas sobrevivan y que nuestros compañeros de batalla no terminen hundiéndose.
El lingüista y activista social nos señala que, si vamos a salir de esta emergencia, será por el hacer y la memoria colectivos, y no por nosotros mismos, entregados al egoísmo y el aislamiento.
Así que es necesario pensar en nuestro poder real y gastar el dinero con estrategia y, sobre todo, cuidar a nuestros amigos de división. No olvidemos que, en efecto, este virus nos hermana.