Luna creciente: Ixchel joven

  • 30-30
  • Fernando Fabio Sánchez

Laguna /

La luna llena —como la luna de la semana pasada— nos revela una conexión cíclica entre los astros y los seres vivos. Continuemos nuestra marcha por la mitología lunar maya.

Esta conexión ocurre entre dos percepciones distintas.

Por un lado, está el movimiento lunar, constante y medido por las matemáticas; por el otro, los cambios de luminosidad que, desde la Tierra, apreciamos en la superficie de la Luna.

Los mayas calcularon con precisión el movimiento continuo de la luna, el mes sinódico: el tiempo entre dos lunas nuevas.

Según Anthony F. Aveni, los mayas asignaron 29.5 días a este mes, muy cercano al dato científico moderno de 29.53059 días.

Desde la Tierra, la Luna atraviesa por fases que parecen reflejar el ciclo de la vida durante este mes sinódico.

La Luna nace, se desarrolla y muere.

Su fin, no obstante, marca el inicio de un nuevo ciclo en la flecha constante del tiempo. Su nombre lo dice: luna nueva.

Esta conjunción de movimiento y transformación cíclica se manifiesta en la cosmovisión maya por medio del concepto de la edad lunar.

La luna no solo se desplaza, sino que atraviesa por estados análogos a los de un ser vivo.

Por ello, la diosa lunar Ixchel es dual, reflejo de las dos etapas.

Joven cuando es creciente, a lo largo de 14 días Ixchel se vuelve cada vez más gruesa, hasta llenarse.

Y es vieja cuando empieza a menguar y va desapareciendo hasta convertirse en luna nueva.

¿Cómo es esa joven diosa que atraviesa por la infancia, la adolescencia y alcanza su plenitud de luz durante la luna llena?

Ixchel aparece en el Códice de Dresde como la Diosa I, de cabello largo y, en ocasiones, tocado serpentiforme, símbolo de su origen terrestre.

Se encuentra junto a dioses y animales, en escenas a menudo vinculadas al erotismo y la fertilidad.

A veces carga a un niño o a una deidad.

Esto la convierte en un personaje activo de la procreación y, según varios estudios, en una figura asociada a las enfermedades del parto y a los ciclos femeninos.

Ixchel representa las fases de la mujer a lo largo de su vida, y también sus ritmos biológicos.

La ovulación y el sangrado menstrual ocurren —aunque no de forma exacta— dentro de un mes sinódico, y el desarrollo de la vida embrionaria —la nutrición de huesos y músculos— corresponde a la creciente redondez plateada de la Luna, que a su vez se representaba en el tejido, un campo en expansión.

El tejido era una forma de organizar el tiempo femenino. Determinaba el discurrir doméstico, ritual y físico, en conjunción con la gran hermana o madre (Selene, Coyolxauhqui, Ixchel).

No es difícil imaginar una sociedad lunar maya de mujeres, gobernada por el movimiento y el desarrollo lunar.

Y podríamos preguntarnos, qué fue primero, ¿la luna o la mujer?

Ambas —en el cielo y en la tierra— siguen el mismo ritmo temporal y biológico.

Hemos visitado hoy a Ixchel joven, la semana entrante la conoceremos en la madurez.


fernandofsanchez@gmail.com

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