Nuevos criterios de evaluación II

  • Paideia
  • Gabriel Castillo Domínguez

Laguna /

En comparación con el cierre del año escolar pasado, este ciclo 2020-2021 arrancó en mejores condiciones organizativas, aunque no necesariamente en lo material. 

Ha transcurrido el primer trimestre, con altibajos, con desafíos no del todo resueltos, con notorios esfuerzos por parte de los docentes para cumplir con su función y responder, lo mejor posible, a lo que exige la nueva propuesta de la SEP denominada “Aprende en Casa II”.

Este mes de noviembre tiene marcado, en el calendario escolar, evaluar a los educandos y hacer entrega de resultados a los padres de familia. 

Ello representaba un problema para los maestros, dada la diversidad en cuanto a la respuesta de sus estudiantes, según el grado, la situación socioeconómica, la conectividad, entre otros factores. 

Por fortuna, como escribí en la colaboración anterior la SEP tuvo el acierto de emitir, a través de un documento que ya circuló entre los maestros, las orientaciones pedagógicas y los criterios para atender lo señalado, buscando aminorar los efectos de la posible afectación de los procesos de control escolar, para “garantizar el tránsito de los educandos por el Sistema Educativo Nacional”.

Ya expliqué antes que el documento menciona tres niveles a considerar en cuanto a comunicación y participación de los estudiantes, los cuales se derivan de las circunstancias familiares y las condiciones materiales para el estudio en casa, que tienen que ver con acceso a herramientas, a dispositivos y conectividad, sobre todo. 

Esa forma de organización por niveles busca reconocer el esfuerzo de aquellos estudiantes y sus familias que mantienen comunicación y participación constante; al mismo tiempo trata de incentivar a quienes solo lo hacen de manera esporádica y, sobre todo, plantea “dejar abierta la posibilidad de recuperar” a los niños, niñas y adolescentes con los que no tienen vínculo los maestros o los directivos.

El valor de estas orientaciones y criterios relativos a la evaluación, en el marco de esta pandemia, es evidente: generar las condiciones para evitar que crezca el índice de abandono escolar, sin descuidar la atención de la calidad de los aprendizajes de aquellos estudiantes que tengan los elementos para ello. 

Pero no podemos dejar de lado a quienes no los tienen, porque su bajo nivel en logro de ninguna manera es atribuible a desinterés, irresponsabilidad o falta de involucramiento. 

Menos aún si se trata de alumnos con barreras de aprendizaje con pleno derecho a ser bien atendidos. 

De ese tamaño es el reto de la evaluación hoy.

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