Gil leyó en la sección “El Cultural” de su periódico El Español una larga entrevista de Jaime Cedillo con el escritor Antonio Muñoz Molina a propósito de su nueva novela No te veré morir (Seix Barral, 2023). Gil ofrece algunas tabletas de esa conversación.
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Mi intención principal al escribir novelas es contar historias que traten de lo profundo de la experiencia humana, del modo en que las circunstancias influyen en la relación entre las personas. Mi idea de la literatura es poco literaria, en el sentido de que no me interesa algo que está muy de moda: la reflexión sobre la propia literatura. Para mí la literatura es una herramienta para llegar a una cierta forma de conocimiento.
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Hay quien hace toda la vida la misma cosa o muy parecida y siempre es muy bueno. João Gilberto se pasó toda la vida tocando las mismas canciones con la guitarra. Por mi carácter y por mi inseguridad, siento como una inquietud de no repetirme, de buscar en cada caso una manera distinta de contar una historia.
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El que es audaz con plena suficiencia no es audaz, porque no tiene miedo. Se avanza a pesar de la inseguridad. En el proceso creativo, ¿quién está seguro de lo que está escribiendo? ¿Quién puede decir “esto es muy bueno”? No lo puede decir nadie, lo único que puedes hacer es engañarte. Sin embargo, tú lo intentas, sabiendo que aquello puede ser una tontería, que se puede derrumbar. Uno piensa que entusiasmarse con algo es una buena señal, pero puedes estar equivocado.
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En un plazo brevísimo, dejé de trabajar en una oficina como auxiliar administrativo porque estaba teniendo muchos reconocimientos como escritor, dejé de vivir en Granada, me divorcié, encontré a mi nueva mujer… Empecé a publicar artículos en el Diario de Granada en 1982, autoedité mi primer libro en 1984 y cuatro años después recibí el Premio Nacional de Literatura por El invierno en Lisboa. Cuando llegué a Estados Unidos al principio del año 1993 fue como un retiro espiritual, porque me habían pasado demasiadas cosas en muy poco tiempo. Todo eso está en la novela y en este personaje.
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Las primeras medidas de los ayuntamientos de VOX y PP en cuestiones ambientales son aterradoras. Llegan a Elche y lo primero que hacen es coger una excavadora para levantar un carril bici, llegan a Baleares, que es un archipiélago en estado de colapso, y dicen que hay que dejar de demonizar el turismo y quitar limitaciones, en Andalucía se quieren ampliar los regadíos contraviniendo la normativa europea… A mí esto me preocupa mucho. Yo no digo que vayamos a volver al franquismo, eso es una tontería, pero hay modelos económicos, educativos y sociales muy agresivamente contrarios a las ideas que yo tengo de la justicia social, la igualdad entre las personas… Y no estoy especulando, son medidas concretas adoptadas por estos gobiernos.
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En esa fascinación por las ciudades hay una parte de papanatismo de quienes quisieron apartarse del mundo rural. Además, hay algo en las ciudades que me enfada muchísimo y es la desigualdad. Tú contemplas la ciudad estéticamente y eso está muy bien. Pero ¿quién puede vivir en una ciudad? Esa pregunta, en la que antes no pensaba, ahora me preocupa. La diferencia de esperanza de vida entre este barrio [distrito Retiro] y Usera son diez años. Las ciudades son los escenarios de la desigualdad, donde la gente común y trabajadora es expulsada. Es un drama nacional.
Hace poco pasé una temporada en Pamplona, cuando Elvira [Lindo] estaba rodando una película, y es una ciudad intermedia extraordinaria. En ciudades como esta, Vitoria o Pontevedra suele haber una política municipal más ilustrada: respeto al transporte público, espacios verdes…
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Veo mucho menos teatro de lo que me gustaría. Poder asistir a un buen teatro de repertorio, como en París, donde se puede ver a Lope, Shakespeare o Chéjov, sería estupendo. Esta es una deficiencia cultural muy grande de España.
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Como todos los viernes, Gil toma la copa con amigos verdaderos. Mientras el mesero se acerca con la charola que soporta el Glenfiddich 15, Gamés pondrá a circular las frases de Émile Zolapor el mantel tan blanco: “Sabe demasiado para ser novelista”.
Gil s’en va