Gil cerraba la semana en compañía de Séneca y un pequeño libro: El arte de dar y recibir (Kōan, 2020). “¿Cómo es que la especie humana, que carece de la fuerza, la rapidez y la ferocidad de otras especies, logra sobrevivir?, se pregunta Séneca. Sólo por medio de nuestros dos atributos únicos: la razón y lo que Séneca llama la societas, es decir, el impulso social, conocido como comunidad. La capacidad de ayudarnos unos a otros, de compartir los recursos, en definitiva, de dar. Eso nos eleva por encima de las criaturas salvajes, que de otra forma tendrían ventaja sobre nosotros y nos convierte en los amos de la creación”. Gil arroja a esta página del fondo algunos subrayados.
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Entre los muchos y muy variados defectos de las personas descuidadas y negligentes, mi querido Liberal, pocos son peores que el que no sabe dar ni recibir […] No debemos sorprendernos de que entre nuestros mayores y más numerosos defectos los más comunes sean los procedentes de un corazón ingrato.
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Demos, en lugar de prestar a crédito. Los que hacen favores con la mente puesta en lo que recibirán a cambio merecen ser engañados.
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…un corazón grande y bueno es el que practica la generosidad sin esperar nada a cambio y se afana en seguir hallando buenas personas, incluso habiendo conocido a las peores.
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No existe animal que el buen cuidado no domestique o el amor no aplaque. Los domadores les abren las fauces a sus leones sin peligro. El alimento vuelve manso y obediente al elefante salvaje. El cuidado y la dedicación conquistan incluso a las criaturas que no saben entender ni apreciar lo que se hace por ellas.
Las personas que llegan demasiado deprisa a la conclusión de que desperdician su buena voluntad acabarán de hecho desperdiciándola.
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…los regalos deben ser necesarios; luego, útiles; y por último, deben producir placer y ser duraderos.
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Existen tres tipos de cosas necesarias: aquellas sin las que no podemos vivir; aquellas sin las que no debemos vivir, y aquellas sin las que no queremos vivir.
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Tengamos también cuidado de no hacer regalos que pongan de manifiesto los defectos de quien los recibe, por ejemplo, vino al alcohólico o medicamentos al enfermizo, pues la dádiva que subraya los defectos de su destinatario se convierte en grosería.
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La generosidad tiene los pies ligeros. Lo natural es que quien da con alegría lo haga con rapidez […] Querer despacio es no querer en absoluto.
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Mezclar favores y reproches es necedad. No amargues de ninguna forma tus buenas acciones. Si tienes algún reproche, déjalo para otro momento. Fabio Verrugoso solía comparar una buena acción realizada de mala manera con una hogaza de pan amasada con arena.
Que quien dio calle.
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Alejandro Magno, que era un demente cuya razón sólo funcionaba a gran escala, quiso una vez regalar una ciudad a alguien […] ¡No olvides que en los bolsillos de algunos no caben ciudades!
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Nada hay más fácil que devolver un favor. El avaro puede hacerlo sin gastar, y el perezoso sin esforzarse: todo el mundo puede corresponder adecuadamente a quien le beneficia, pues aceptar un favor o un regalo con alegría es empezar a devolverlo en ese mismo momento.
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Igual que sucede con los ladrones y asesinos, los ingratos comparten el mismo crimen, pero los hay de varios tipos. Están los que niegan haber recibido favores o regalos, los que los ocultan, los que no los devuelven y los peores de todos: los que los olvidan.
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La memoria de lo recibido convierte a las personas en agradecidas sin esfuerzo (…) Hay que examinar cuándo, cómo, por qué y a quién damos […] un regalo negligente es el desperdicio más deshonroso.
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A menudo sucede que quien no devuelve el préstamo es el más agradecido y tras el pagador más puntilloso se esconde un ingrato. Mi elección se basa siempre en la calidad del corazón del beneficiario. Prefiero un pobre honrado que un rico indigno.
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Como todos los viernes, Gil toma la copa con amigos verdaderos. Mientras el mesero se acerca con la charola que soporta la botella de Glenfiddich 15, Gamés pondrá a circular esta frase de Séneca sobre el mantel blanco: “Tratar un regalo o un favor como una especie de factura es una bajeza propia de usureros”.
Gil s’en va