Dinero, pero no para los más pobres

Ciudad de México /

Repantigado en el mullido sillón del amplísimo estudio, Gil leyó una nota publicada en su portal Animal Político y firmada por Cristóbal Martínez. Adivinen qué: “Hacia la recta final del sexenio de Andrés Manuel López Obrador, los programas sociales registran un claroscuro: por un lado, tocaron un máximo histórico al llegar a más personas pero a la vez llegan menos a las poblaciones más vulnerables”. Como de costumbre, los pobres al final, aunque primero los pobres.

Así las casas (muletilla patrocinada por el impune licenciado Bartlett), 36% de los hogares en México reportó en 2022 recibir alguno de los 17 programas sociales a cargo del gobierno federal, de acuerdo con un análisis del investigador Máximo Ernesto Jaramillo-Molina con los datos de la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo del Inegi. Se trata del mayor porcentaje de hogares beneficiados por un programa social en México desde 2009, año en que se tiene registro y el Inegi pregunta a los propios miembros de un hogar si reciben algún apoyo económico por esta política social.

“En general, eso es algo bueno, se cumple un poco más con el derecho de todas las personas a tener algún tipo de protección social garantizada”, considera Jaramillo-Molina en entrevista. El sexenio pasado cerró con un 27% y en 2018 el actual comenzó con un bache de 26% que se recuperó hasta alcanzar el 36% registrado en 2022. En México hay alrededor de 35.2 millones de hogares, según el censo de 2020 del Inegi. Gil no se remilga, caracho, con razón no alcanza para nada, si reparten a lo bestia y bestio.

La cifra es muy alta, medita Gamés: 12.7 millones de esos hogares recibieron algún apoyo económico con un programa social del gobierno federal: “Tenemos actualmente el máximo histórico, el alcance más alto de toda la historia de los programas sociales (…) al mismo tiempo tenemos el alcance más bajo de los programas sociales a los más pobres”, dice Jaramillo-Molina. ¿No les dice Gil? Entonces lana sube, lana baja, dinero para los que tienen algo de dinero y no dinero para los que no tienen nada de dinero.

Mala noticia

Esto que van a leer no se lo digan al Presidente, ni a Jesús, no a nuestro señor, sino a Ramírez Cuevas, quien lee para Liópez las noticias de la prensa miserable y corrupta. Lo dicho, si el Presidente se entera le encajan un corajón y le da un soponcio. Aquí vamos: con Calderón en 2012 los apoyos de programas sociales llegaban a 63% de los hogares más pobres; en 2016, ya con Peña Nieto, llegaban a 68%, y en 2023, con Liópez, llegan solo a 54%. Esto tiene solución: que Bartlett se llene los bolsillos, ya de por sí, y vaya de casa en casa a repartir directamente, sin intermediarios, dinero de la transformación, o como se diga. La verdad, ¿no es mala idea? ¿Usted qué opina, licenciado?

Los hogares más pobres son aquellos que tienen un ingreso mensual de unos 700 pesos por persona y viven en su mayoría en poblaciones rurales, son mujeres y en  su gran mayoría hablan una lengua indígena. Licenciado Bartlett, aprenda una lengua indígena y entregue la lana, y cuidado porque ya sabemos que es mano larga y lo vamos a vigilar. La lejanía en la que viven las personas de los hogares más pobres dificulta su acceso a programas sociales. Al licenciado Bartlett nada se le atora, él ha llegado muy lejos, ¿lo dudan?

Veneno

Y este dardo envenenado va a poner mal al Presidente de la República: la desaparición del programa Prospera es una de las razones que explica por qué ahora los más pobres reciben menos apoyos. Desde la perspectiva de Jaramillo, la respuesta, que parece obvia, pero no lo es tanto, es la siguiente: aumentar la recaudación fiscal del país a través de una reforma que cobre más a quienes más ganan. Eso, estimado señor Jaramillo, no ocurrirá. Cobrar impuestos es una práctica neoliberal, de la mafia del poder, de los corruptos. Conclusión, se reparte más dinero que nunca, pero no a los más pobres. Pobres de los pobres.

Todo es muy raro, caracho, como diría el pintor Kooning: “El problema de ser pobre es que te ocupa todo el tiempo”. 

Gil s’en va


Réplica: 

Es extremadamente complejo analizar un texto carente de coherencia. Resulta claro que Gamés (quien cómodamente puede decir cuanto disparate se le ocurra agazapado en el pseudónimo) es uno más de los múltiples articulistas cuyas expresiones son guiadas por las consignas que sus promotores les dictan.

Dos son las consignas para este caso:

1. Desprestigiar la política social del presidente López Obrador. Con la cercanía de los comicios, y ante la evidente imposibilidad de difamar al movimiento que encabeza - pese a múltiples intentos- pretenden ahora atacar a los programas sociales, signo inequívoco del compromiso popular del Presidente. Sus argumentos son tan risibles que termina por elogiar el “éxito” de la política neoliberal de Fox, Calderón o Peña Nieto. ¿Se referirá a los logros alcanzados por la Secretaría de Desarrollo Social a través de la llamada Estafa Maestra? ¿o a los millones de mexicanos que satisfechos con esta política votaron por un cambio radical en 2018?

2. La segunda consigna es difamarme a mí. Sin la menor justificación para incluirme en su limitada disertación, comienza con su repertorio de rudimentarios insultos: Me señala como impune, pero ¿de qué fui culpable, señor Gamés? ¿usted consignó el delito, lo juzgó, y me ve ahora evadiendo la justicia? Sigue: “[Bartlett] se llene los bolsillos y vaya a repartir directamente”, “aprenda una lengua indígena y entregue la lana”, “[…] es mano larga”, “Al licenciado Bartlett nada se le atora”.

Podría pedirle a Gamés una mínima explicación de sus palabras, pero no la hay. Tampoco la necesita. Cumple metódicamente con los objetivos que le han trazado: calumniar, insultar, infamar y, sobre todo, intentar manipular burdamente al público lector de un diario de circulación nacional.

Pero, pensándolo bien, su artículo si tiene alguna utilidad, ilustra con precisión la estrategia que han seguido una y otra vez desde hace tantos años: la coherencia, profundidad, lógica o racionalidad, son prescindibles, lo que vale es el golpe falsario.

Su estrategia de la calumnia no les sirvió antes y no les servirá ahora ya que, como mencionó un profundo conocedor de las causas sociales: “la oligarquía corrupta, sus voceros, sus intelectuales, sus medios de manipulación no les ayudan, no son tan poderosos como para destruirnos políticamente, porque el pueblo es mucha pieza.”

Continúe entonces profiriendo insultos y calumnias; siga repantingándose en su sillón, señor Gamés. El pueblo es mucha pieza.

ATENTAMENTE

Manuel Bartlett Díaz

Director General de la Comisión Federal de Electricidad


  • Gil Gamés
  • gil.games@milenio.com
  • Entre su obra destacan Me perderé contigo, Esta vez para siempre, Llamadas nocturnas, Paraísos duros de roer, Nos acompañan los muertos, El corazón es un gitano y El cerebro de mi hermano. Escribe bajo el pseudónomo de Gil Gamés de lunes a viernes su columna "Uno hasta el fondo" y todos los viernes su columna "Prácticas indecibles"
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