El Presidente retenido y los intocables

Ciudad de México /

Repantigado en el mullido sillón del amplísimo estudio, Gil pensaba en  los sainetes, esas breves piezas teatrales de carácter cómico y popular que, desde el Siglo de oro, hasta mediados del XIX, aparecen intercaladas en los intermedios o entreactos de una obra dramática y en la que a veces alternan la recitación y el canto. Los actos de gobierno son la obra dramática y el sainete algunos hechos  que aún siendo serios son cómicos.

Un sainete intercalado en la obra dramática: Liópez Obrador retenido en el interior de la camioneta presidencial en Chiapas por los asaltantes de la CNTE. Díganle a Gil si no tiene un toque de comicidad (toque de comicidad, no empecemos) que ese grupo de rufianes a los que el Presidente defendió durante su campaña, y desde antes, a quienes les dio la razón cuando interrumpían la circulación en diversas ciudades, a quienes les prometió y les cumplió la derogación de la reforma educativa, esos mismos aliados de entonces son los violentos adversarios del presente.

Ahora mal sin bien: si pueden interrumpir el paso del Presidente, ¿qué no podrán hacer? Han hecho y desecho a su antojo: quemaron un Congreso local en Guerrero, apedrearon las oficinas del PRD en Chilpancingo, fastidiaron a  miles y miles de familias cuando interrumpieron la carretera del Sol, montaron un campamento en las vías del tren allá en Michoacán ocasionando pérdidas multimillonarias, detuvieron las actividades del aeropuerto de Oaxaca y cerraron los comercios de esa gran ciudad, desquiciaron las veces que les dio la gana la Ciudad de México, arrojaron bombas molotov al edificio de la SEP. A estos delincuentes apoyaba el candidato Liópez Obrador.

Gran mural

En una escena surrealista, Liópez Obrador se guardó en su camioneta a cavilar. Tuvo tiempo de sobra. Hay algo que no es cómico: el Presidente retenido. Gil iba a escribir secuestrado por una brigada de violentos. Seguramente la camioneta presidencial tiene una alto blindaje, pero aún así, no deja de ser peligroso que la seguridad del Presidente dependa de unos cuantos escoltas. Es que de veras.

Gil hace memoria y sólo recuerda un hecho en el cual un Presidente del México moderno estuvo digamos retenido y fue el día en que Luis Echeverría se fue a meter a la UNAM y hasta una pedrada le dieron.

Van dos

Una nota de Pedro Villa y Caña en su periódico El Universal informó que “por segundo día consecutivo, maestros de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación retuvieron la camioneta del presidente Andrés Manuel López Obrador -quien realiza una gira de trabajo de fin de semana por ese estado-  para exigir la reinstalación de la mesa de negociación con el gobierno federal para dar solución a sus demandas y rechazaron que sean parte de ‘una mafia de la derecha’”.

La tarde de este sábado, en su trayecto rumbo a Motozintla, donde supervisaría los avances de los programas sociales en esa entidad, maestros detuvieron la Suburban del Ejecutivo Federal, quejándose de que no hay disposición de su gobierno por la reinstalación de una  mesa de negociaciones.  Ah, caracho, más mesas. Llevan cien mesas y de cada una sacan dinerales.

Pese a que se le pidió que se bajara para escuchar sus demandas, el mandatario sólo bajó la ventanilla para comentar:

—Si no hay respeto, no. 

—Pero la autoridad es lo que no nos respeta”, le respondió un maestro, mientras el Ejecutivo Federal volvió a subir la ventanilla. Oh, sí.

Gabinete de curiosidades

Echar pestes: la frase proviene de otra más antigua, decir, echar pésetes, donde pésetes significa maldiciones, reniegos o juramentos. Se utilizaban con frecuencia en el lenguaje coloquial exclamaciones de tipo: ¡Pesia a tal!, ¿Y debo ir a su casa pesia a mí? Pésete significaba que te pese. Hoy todavía se dice, ¡mal que te pese! En El Quijote aparece lo siguiente: “Aún ahí sería el diablo –dijo Sancho–. Y despidiendo treinta ayes, y sesenta suspiros, y ciento veinte pésetes y reniegos de quien ahí le habían traído, se levantó, quedándose agobiado en la mitad del camino, como arco turqueso, sin poder acabar de enderezarse”.

Maldecir, mostrar enfado soltando insultos, maldiciones o palabras malsonantes. A veces, hablar mal de una persona.

Gil s’en va

Gil Gamés

gil.games@milenio.com


  • Gil Gamés
  • gil.games@milenio.com
  • Entre su obra destacan Me perderé contigo, Esta vez para siempre, Llamadas nocturnas, Paraísos duros de roer, Nos acompañan los muertos, El corazón es un gitano y El cerebro de mi hermano. Escribe bajo el pseudónomo de Gil Gamés de lunes a viernes su columna "Uno hasta el fondo" y todos los viernes su columna "Prácticas indecibles"
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