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Exterminio

Ciudad de México /

Gil ha seguido paso a paso la cobertura de Teuchitlán en los medios y no ha encontrado, por cierto, ningún impulso carroñero, más bien ha leído investigaciones periodísticas, unas mejores que otras, de las masacres que ocurrieron en lo que llaman el Rancho Izaguirre. El periódico Los Ángeles Times publicó un reportaje de Maria Verza sobre otros campos de exterminio.

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Los lugares de exterminio en México no son nuevos. Existen al menos, desde hace 15 años. El reciente hallazgo en Teuchitlán, con restos óseos y más de 700 objetos personales que fue utilizado por el crimen organizado como centro de reclutamiento y también de exterminio —en palabras del colectivo de búsqueda de desaparecidos que lo encontró— ha vuelto a poner sobre la mesa una realidad que no es nueva en México, aunque los gobiernos intenten evadirla.

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Las autoridades localizaron en septiembre el rancho, ubicado en territorios del Cártel de Jalisco Nueva Generación, pero inexplicablemente la investigación no avanzó. Tampoco esto es nuevo. En los últimos 15 años se ha multiplicado la localización de lugares como estos donde distintos cárteles desaparecen a sus víctimas y en algunos también dejaron muestras de reclutamientos forzosos. Son fincas, barrancos, zonas lacustres o construcciones donde se han enterrado, quemado o disuelto a personas bajo el presupuesto de que si no hay cuerpo, no hay delito. En México hay más de 52 mil personas sin identificar en morgues y cementerios y miles de restos calcinados que sólo pueden cuantificarse por kilos.

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AP visitó uno de estos sitios en 2022 en las afueras de Nuevo Laredo, en la frontera con Texas, donde una pequeña habitación de una casa en ruinas hacía de horno y una torreta, de chimenea. Cuando los peritos entraron ahí por primera vez, una masa compactada de restos humanos y escombros de 50 centímetros de altura cubría el suelo e incontables trozos de huesos humanos estaban esparcidos por todo el rancho.

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Estos son algunos de los hallazgos de mayor impacto de las últimas dos décadas:

“El Pozolero” (Baja California)

En 2009, la confesión ante las autoridades de un hombre estremeció a México. Santiago Meza —hoy todavía encarcelado— dijo que su trabajo entre 1996 y 2009 fue deshacer en “sosa cáustica” entre 150 y 300 cuerpos en fincas del Cártel de Tijuana. Los arrojaba en contenedores metálicos sin verles la cara. Luego, enterraba los restos o los tiraba a arroyos o drenajes. Dijo que no era el único ni el primero que disolvía cuerpos y reveló cinco lugares específicos que tardaron años en revisarse. En 2017 se ubicó uno de ellos con miles de fragmentos óseos.

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Las fosas de San Fernando (Tamaulipas)

México no estaba habituado a encontrar grandes fosas clandestinas. A partir de 2011, eso cambió con el hallazgo de medio centenar de fosas con casi 200 cuerpos en San Fernando, la misma localidad donde, un año antes, habían sido asesinados 72 migrantes en un rancho. En esos enterramientos, atribuidos a Los Zetas, también se encontraron rastros de cómo algunos jóvenes eran obligados a luchar entre ellos con mazos y si sobrevivían los incorporaban a las filas del cártel.

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Cárcel de Piedras Negras (Coahuila)

Ubicada junto a la frontera con Texas, en el estado de Coahuila, la cárcel de Piedras Negras fue un centro de operaciones y ejecuciones del cártel de Los Zetas al menos entre 2010 y 2011. Pudo ser un secreto a voces en la localidad pero la sociedad mexicana sólo supo lo que realmente pasaba allí en 2017, cuando el Colegio de México publicó una investigación basada en expedientes oficiales.

No sólo modificaban vehículos o uniformes tácticos, sino que 20 cocineros tenían la tarea de disolver en tanques de 200 litros de diésel los cadáveres de sus víctimas que, en ocasiones, eran asesinadas allí mismo de un disparo o un martillazo en la cabeza y a veces desmembradas.

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La Bartolina (Tamaulipas)

La Bartolina es un área lacustre en la desembocadura del Río Bravo controlada por el Cártel del Golfo del que la prensa local empezó a hablar en 2016 pero para las autoridades no existió durante años. Cuando el comisionado de Búsquedas de Tamaulipas, Jorge Macías, llegó al lugar por primera vez en torno a 2018 vio “pelvis, cráneos, fémures, todo ahí tirado... Me dije, ‘no puede ser’, no daba crédito”, contó a AP hace cuatro años.

En 2022, las autoridades habían recuperado más de 500 kilos de restos óseos de ese lugar y los trabajos aún continúan. En todo Tamaulipas se han localizado, al menos, 15 lugares que los servicios periciales estatales consideraron “sitios de exterminio”.

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Todo es muy raro, caracho, como diría Lucano: “El crimen hace iguales a todos los contaminados por él”. 

Gil s’en va

  • Gil Gamés
  • gil.games@milenio.com
  • Entre su obra destacan Me perderé contigo, Esta vez para siempre, Llamadas nocturnas, Paraísos duros de roer, Nos acompañan los muertos, El corazón es un gitano y El cerebro de mi hermano. Escribe bajo el pseudónomo de Gil Gamés de lunes a viernes su columna "Uno hasta el fondo" y todos los viernes su columna "Prácticas indecibles"
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