Gil empezará esta gacetilla con un comentario chocarrero. Gil lo dice rápido: Felipe Garrido es un escritor (es un decir) que nunca ha brillado por sus luces; más bien, el académico y presidente de la Sociedad Alfonsina oscurece la página por donde ocurre su pensamiento (es un decir también).
Le otorgaron a Cristina Rivera Garza el Premio Xavier Villaurrutia por El invencible verano de Liliana, una novela, informe, testimonio desgarrador, bien tramado y mejor escrito, sobre el asesinato de su hermana. Gilga leyó el libro y le pareció fulminante, trágico e indignante, un retrato estruendoso de un feminicidio. Por cierto, hace muchos libros que Cristina Rivera Garza ha puesto sus poderes narrativos en una obra importante en nuestras letras.
Resulta que Felipe Garrido se planta como una cataplasma en la entrega del premio y afirma con una petulancia fuera de serie que Rivera Garza “ha opacado intencionalmente”, a un personaje muy importante en la trama, se refiere al asesino de su hermana. A Garrido le hubiera gustado una historia de este feminicida: “sus motivos, la manera en que pueda justificar su crimen ocupan un lugar muy secundario en la novela”. Este asno dice que comprende la repulsión de Rivera Garza, pero dice Garrido que como lector le intriga ese personaje.
De la Biblia en adelante
“De la Biblia en adelante”, dice el académico alfonsino, “y seguramente para atrás, hay una multitud de obras de arte, literarias, cinematográficas, televisivas que exploran los motivos, las formas de actuar, las justificaciones de los feminicidas”. Mecachis, no mmr, don académico. Si no le gustó el libro, está en su derecho de dejarlo a un lado, nomás faltaba, pero ahórrese las sandeces, hágalo por usted, Desgarrido.
Y luego, con una cachaza que hace mucho no oía Gil en un estrado literario, Desgarrido nos dice que hay historias cautivantes, “porque está claro que los crímenes nos fascinan”. Pues le fascinarán a usted, Desgarrido, Gamés repudia los feminicidios.
Y al final este asnazo citó a Sábato, a Borges y a Edmundo Valadés. Ay Dios mío, a este sí de veras lo sacaron de un basurero. Es como si Gil dijera esto: les diré de tres grandes jugadores de futbol: Pelé, Messi y el Harapos Morales (que por cierto sí la tallaba). Se llama canon, académico alfonsino.
Total, Desgarrido agrió un poco la ceremonia, pero refrendó su mediocridad; Rivera Garza respondió bien y su libro queda en manos de mejores lectores.
Muratito
En otro orden de cosas, Gilga hará aquí una confesión que su Santidad apreciaría por su sinceridad y verdad profunda. Nadie en este mundo, ni en otros universos paralelos, podrá decir que Gilga es un seguidor de Morena; nadie de ustedes amigues, ni el director de su periódico MILENIO, ni sus compañeros de páginas, ni los extintos padres y madres de Gamés se atreverían a insinuar que Gil es un morenista de clóset, ¿estamos? Dicho lo cual, Gilga puede afirmar que quienes alzan la mano en el PRI para presentarse como precandidatos a la Presidencia, es decir, figuras de la probable alianza opositora, son un desastre. No hacemos uno.
Primero, Alejandro Moreno, Alito, a quien la inenarrable gobernadora de Campeche ha sepultado en vida por la vía ilegal del espionaje. El más reciente audio de Alito hablando con papá Murat de los empresarios es de un refinamiento político impresionante. El lenguaje florido, la sensatez, la seriedad de este orangután que ha decidido enterrar al PRI no tiene parangón, como decía el extinto padre de Gamés. Por cierto, su casa de Campeche está bonita, digan lo que digan los demás, así cantaba Raphael.
De pronto aparece como un torrente, una cascada, un caudal inusitado, Murat chico, Muratito: “Estoy listo para ser precandidato del PRI”. Alejandro, otro Alejandro, viene fuerte. Sobre todo lo sigue una muy importante base social de un prestigio sólido como el acero inoxidable. Gil caviló: el PRI acabará con la alianza opositora, con su propio partido y renacerá como ya lo hizo en el nido de Morena. ¿Cómo la ven? Sin albur.
Todo es muy raro, caracho. Como diría Baltasar Gracián: “Señal de tener gastada la fama propia es cuidar de la infamia ajena”.
Gil s’en va
Gil Gamés
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