José Bianco recuerda a Borges

Ciudad de México /

Gil cerraba la semana ordenando papeles. Mejor dicho desordenando. Una caja con viejas publicaciones para acá, otra para allá, y todo queda igual que antes. Así encontró Gilga un viejo suplemento de La Cultura en México de la revista Siempre! Lo dirigía Carlos Monsiváis acompañado por un consejo editorial de seis editores y escritores. Estas viejas y amarillentas páginas aparecieron en 1986, año de la muerte de Borges. La primera parte ofrece un largo texto del gran escritor argentino José Bianco, autor de La pérdida del reino. No sin un golpe seco de nostalgia, Gamés leyó como si fuera la primera vez esta evocación. Pasen a leer estos breves pasajes.

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Borges no es aficionado a las revistas. Debía ignorar, por tanto, algunas colaboraciones que yo, con la inocente pedantería de la juventud, me creía en la obligación no sólo de leer, sino de tomar en serio; colaboraciones nacionales y extranjeras, éstas últimas no siempre bien traducidas del inglés y del francés, y que parafraseando al mismo Borges, “niegan el principio de identidad, veneran las mayúsculas, confunden el porvenir y el pasado, el sueño y la vigilia; no están destinados a la lectura sino a satisfacer, tenebrosamente, las vanidades del autor”. Borges repudiaba la profundidad y el patetismo simulados.

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Ahora es un escritor clásico, fundamentalmente clásico. No creo que se puedan formular de una manera más tersa, de una manera más fácil, ideas menos fáciles y más cargadas de sentido. (…) Otra característica de Borges es que no sube la voz. Escribió, en una  nota que causó bastante revuelo sobre un libro de Américo Castro: “No he observado nunca a los españoles hablar mejor que nosotros, hablan en voz alta, eso sí, con el aplomo de quienes ignoran la duda”. Agreguemos que se interesa en los demás. También ha escrito  en unas páginas sobre Bernard Shaw: “En el diálogo, un interlocutor no es la suma o promedio de lo que se dice: puede no hablar y traslucir que es inteligente, puede emitir opiniones inteligentes y traslucir estupidez”. Sin embargo, como Borges es tan inteligente, cuando conversamos con él no da la seguridad de que nosotros también lo fuéramos. Aunque no estemos de acuerdo con su punto de vista, no por eso nos reduce al silencio. Extrae, en suma, lo mejor de nosotros.

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A Borges, la música clásica le aburría. Entonces, especialmente para él, los Bioy Casares ponían en el gramófono tangos viejos, o la Milonga del 900, o el Saint Louis Blues. Indefectiblemente, antes de irnos, a Borges le daba sed. Entonces la dueña de la casa traía del antecomedeor una copa y una jarra chata, redonda, adornada, todavía me parece verla, con bolitas de cristal. Borges tomaba una tras otra, varias copas de agua. Palmándolo en la espalda, Silvina Ocampo le decía: “Au Revoir!”.

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Lorenzo, en una famosa tirada de El Mercader de Venecia, habla del hombre que no tiene música en el alma y a quien no conmueven las notas suavemente concertadas. “Es un hombre destinado a la traición, al complot… Desconfiad de un hombre semejante”. Borges tiene música en el alma. El humorismo, la gracia, la ironía, el epigrama, son otras tantas formas de la bondad.

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He conocido literatos (no muchos, seamos justos) que se resentían al ver que sus originales, por interminables que fueran, no se imprimían en cuerpo 12, con toda veneración tipográfica, o aparecían en dos números consecutivos en vez de aparecer en uno solo (a riesgo de ocupar la revista entera). He conocido algunos (alguno) que retiraron su artículo en pruebas de páginas porque no aparecía en primer término (y me obligaban a rehacer íntegramente el número) (…) ¡Qué diferencia con Borges! Borges o la modestia podría decirse de este escritor tan altivo (…) Borges o la sencillez, podría decirse de este escritor tan complejo.

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Como todos los viernes de la tercera ola, o como se llame, Gamés se reúne con un par de amigos verdaderos a tomar la copa en la casa de usted. Mientras fluye una modesta catarata de Glenfiddich 15 y cae en un vaso corto con dos rocas heladas, Gilga repetirá estas frases de Borges: “Que lástima que no pueda comprarme este libro, pues ya tengo un ejemplar en casa”. 

Gil s’en va

Gil Gamés

gil.games@milenio.com

  • Gil Gamés
  • gil.games@milenio.com
  • Entre su obra destacan Me perderé contigo, Esta vez para siempre, Llamadas nocturnas, Paraísos duros de roer, Nos acompañan los muertos, El corazón es un gitano y El cerebro de mi hermano. Escribe bajo el pseudónomo de Gil Gamés de lunes a viernes su columna "Uno hasta el fondo" y todos los viernes su columna "Prácticas indecibles"
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