Gil empieza por el final: todo es muy raro, caracho, veinte minutos antes de que la presidenta Claudia Sheinbaum entrara al Salón de Plenos, la porra, perdón, los legisladores de Morena le gritaban Presidente a Liópez. El ex presidente entró a San Lázaro con dificultades, sus admiradores se lo impedían: una selfi acá, un abrazo allá, una lágrima cayó en el fértil piso del solemne recinto donde crecerá un vegetal del pueblo bueno. “Es un honor estar con Claudia hoy”.
Y rindió protesta entre el griterío de la porra, perdón, de los legisladores de Morena. El paroxismo del triunfo. De pronto, doña Ifigenia dijo: “Híjole, apenas me sostengo”, y pasó la banda presidencial a la Presidenta. Y que empieza su alocución con el intento de desafuero de Liópez hace diecinueve años. El elogio a su antecesor no tuvo precedente: el mejor, el más bueno, el único, el maderista, hermano, amigo, compañero López Obrador. Sólo Cárdenas se le compara. Gil se dio un manazo en la frente: incluso la sucesión se trata de su persona. Elogio a los mexicas y la chinampa. Un repaso por la historia de bronce que decía Luis Gonzalez; de eso hablaba Sheinbaum en San Lázaro.
Y más elogios al sexenio anterior. Todo ha resultado de lo mejor. Gamés se restregó los ojos: más que una continuidad, el discurso de la Presidenta ha sido un espejo del discurso de Liópez. Inversiones, becas, trenes a granel, caminos artesanales. Una de cal: la Presidenta no hizo un paradero en los críticos de la cuatroté, no ofendió. Pas mal. Algo de concordia. Por lo demás, los besos y apapachos al mayoreo (mayoreo, gran palabra).
¡Otros cien!
Cuando Gil se enteró de que la Presidenta expondría cien puntos de su gobierno en el Zócalo, se quiso matar. Y el bastón de mando, Dioses, esta película ya la vio Gamés. Le gustó esto a Gilga: pasteurización de leche en Campeche (eche y eche). En el punto 70, la CFE y Pemex, algo muy importante.
Y luego paneles de no se sabe qué rayos en casas de la frontera. Y Tren Maya de carga. Y el tren ¡México-Pachuca! ¡Un montón de trenes! ¡Porrras y porras! Ay, Dios mío. Le vamos a quitar los baches a 4 mil kilómetros de carreteras. Y vamos a tener carreteras impresionantes, incluyendo Paso del Toro y Acayucan. Salina Cruz y Laguna de Cuyutlán. Y la línea aérea del pueblo de México: Mexicana de Aviación. Internet para todas y todos. Gil perdió el aliento y todavía faltaban doce puntos. Se van a sanear los ríos Lerma, Tula y Atoyac.
Pobre Gamés, no sabe qué pensar. República segura y con justicia. “No regresará la guerra contra el narco, la seguridad y la paz son fruto de la justicia. Y recorrer las plazas y el país. Y no mentir, no robar y no traicionar”.
Una hora de cien puntos, un plan de gobierno. A Gilga no le gustó que no se explicara con transparencia cuántos lápices se comprarán en su gobierno.
Agobio
Gamés terminó exhausto y pensando en los espejos. Esos espacios que reproducen con diabólica exactitud la imagen en la cual se reflejan, o como se diga. Ahora mal sin bien: dos espejos enfrentados provocan la explosión de un infinito.
Gilga cavilaba sobre el día de la sucesión presidencial del año 2024. La verdad de las verdades nunca vio nada igual: un homenaje tremendo e innecesario al presidente saliente (ente-ente), un elogio grande, un esfuerzo por imitarlo, un delirio por engrandecerlo y finalmente una mentira acerca de los resultados de ese gobierno. Así se construye una torre.
Medita Gilga e insiste: entre las muchas oportunidades que tiene y tendrá la Presidenta, y son muchas, del tamaño de su poder, que es enorme, ha activado una, importantísima, le quitó a sus discursos el agravio, la amenaza, la ofensa. No es poca cosa si Gil piensa en el telón de los seis años que han ocurrido. Si se decide a mantener esa textura, el primer ganador será su gobierno, eso que ni qué.
Todo es muy raro, caracho, como diría Jean Cocteau: “Los espejos, antes de darnos la imagen que reproducen, deberían reflexionar un poco”.
Gil s’en va