Marx Arriaga y Sady Loaiza, educadores

Ciudad de México /

Repantigado en el mullido sillón del amplísimo estudio, Gil meditaba: nada se va para siempre, todo regresa. Aquellos tiempos, qué recuerdos. Gamés era un joven combativo que se formaba intelectualmente para luchar por el hombre nuevo. Y compraba a precios de risa las ediciones Progreso de Lenin y de Marx y otros próceres del proletariado. Gilga habla de unos libros azules de pasta dura con un grabado en portada con el rostro del viejo de Tréveris y también la cara del bolchevique. Cómo subrayaba Gilga esas páginas históricas, si le hubieran dado una brocha se habría ahorrado mucho trabajo. ¡Proletarios del mundo, uníos!, pura vitamina. Enfermo de ideología, Gilga militaba y cantaba las letras de poetas revolucionarios: A desalambrar, a desalambrar, que la tierra es nuestra es tuya y de aquel, de Pedro María de Juan y José. Aigoeei, se le pone a Gamés la chinita de piel.

El tiempo pasó, el totalitarismo comunista costó unos cien millones de muertos, los disidentes en la cárcel, en el Gulag. En 1989 cayó el muro de Berlín y Gamés metió sus ediciones de Progreso en dos o tres cajas y se acabó el cuento comunista para él y su estragado paladar. Con los pelos de punta y punto, Gilga se percata (el verbo percatar le gusta a Gamés) que han vuelto los héroes del proletariado. Si quita usted a Marx, que come aparte, el resto de aquellos líderes se caracterizaron por ser, ante todo, unos asesinazos.

El otro Marx

Si la lectora y el lector creen que la memoria le ha jugado una broma de mal gusto a Gilga, se equivocan, el que se dio vuelo con los malos chistes ha sido Marx Arriaga, director de Materiales Educativos de la SEP. Por desgracia, no se trata en verdad de un chiste sino de una realidad tremebunda.

Resulta que Arriaga y su segundo, el señor Sady Arturo Loaiza, miembro del gobierno de Nicolás Maduro hasta el año de 2018, estos señores, decía Gil, han escrito un libro para vincular a los maestros, los padres de familia y los alumnos. ¿Cuáles son las credenciales de estos autores para meterse hasta la fibra última de los materiales educativos: no hay credenciales, sencillamente saben de educación, competencias, escuelas, programas de estudio lo mismo que Gil; es decir, nada. Pero nada le hace, ellos militan y de paso destruyen al sistema educativo mexicano. Y no vayan a venirle a Gamés con la zarandaja de que antes la educación estaba en jirones, de que el neoliberalismo bla-bla-ble-ble.

Lean por piedad: “¿A quién leer?: Sin duda, la toma de conciencia crítica es un quehacer que implica la formación a lo largo de la vida de los sujetos y tal vez la herramienta más eficaz sea la lectura”. A Gil le gustó eso de “a lo largo de la vida de los sujetos”. Personas se oye mal, Sady, ponle sujetos, pero no sujetas.

Algo ligero de botana

El dúo dinámico Marx y Sady escriben: “Estudiar textos clásicos como El discurso del método (Descartes, 1637), Discurso sobre el origen de la desigualdad entre los hombres (Rousseau, 1762), El contrato social (Rousseau, 1762); El capital (Marx, 1867), ¿Qué hacer? (Lenin, 1902), Ariel (Rodo,1909), Cuadernos de la cárcel (Gramsci, 1929-1935), El hombre unidimensional (Marcuse, 1964), Pedagogía del oprimido (Freire, 1968), Las venas abiertas de América Latina (Galeano, 1971), Calibán (Fernández, 1971); Vigilar y castigar (Foucault, 1975), Historia y conciencia de clase (Lukács, 1985), Descolonizar el saber, reinventar el poder (De Sousa Santos, 2010), entre otros, permiten reflexionar sobre la diversidad y los mecanismos que propiciarían relaciones comunitarias alternativas donde las dinámicas de opresión se detengan”.

Madre mía: ¿hay un psiquiatra entre ustedes? O de perdida un gastroenterólogo que alivie la indigestión del puchero que estos personajes se han zampado.

Gil no va a detenerse en naderías, pero, caramba, Historia y conciencia de clase de Lukács se publicó en 1923 y no en 1985 como escriben estos genios, por la sencilla razón de que Lukács llevaba 14 años muerto en 1985.

Estos son los que rediseñan los contenidos pedagógicos de la SEP. ¡Ay mis hijooos, todos se han vuelto locos! Por cierto, Marx y Sady, imperdonable que en su puchero no figuren Kim Il Sung y José Stalin. ¿Qué les pasa? Esto se va a saber en Palacio Nacional.

Todo es muy raro, caracho, como diría el señor Anónimo: “Lo peor de la ignorancia es que a medida que se prolonga adquiere confianza”. 

gil.games@milenio.com

  • Gil Gamés
  • gil.games@milenio.com
  • Entre su obra destacan Me perderé contigo, Esta vez para siempre, Llamadas nocturnas, Paraísos duros de roer, Nos acompañan los muertos, El corazón es un gitano y El cerebro de mi hermano. Escribe bajo el pseudónomo de Gil Gamés de lunes a viernes su columna "Uno hasta el fondo" y todos los viernes su columna "Prácticas indecibles"
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