Sabines y doña Luz

Ciudad de México /

Gil andaba arrastrando la cobija y, la verdad, extrañando a su mamá. Y fue directo a Jaime Sabines, Otro recuento de poemas, (Joaquín Mortiz, 1991), y más precisamente a Maltiempo (1973); esa caja de poemas guarda algunas de las piezas poéticas sobre la madre que más le conmueven a Gamés.

***

I

“Acabo de desenterrar a mi madre, muerta hace tiempo. Y lo que desenterré fue una caja de rosas: frescas, fragantes, como si hubiesen estado en un invernadero.

​¡Qué raro es todo esto!”

II

“Es muy raro que yo también tuviese una madre. A veces pienso que la soñé demasiado, la soñé tanto que la hice. Casi todas las madres son creaturas de nuestros sueños.”

VI

Fue sepultada en la misma fosa que mi padre. Sus cuerpos reposarán juntos hasta confundirse, hasta que el tiempo diga ¡basta!

​(¡Qué nostalgia incisiva, a veces, como ésta!)

​¿En dónde seré enterrado yo? Me gustaría cuidar mis funerales: nadie llorando, los encargados del oficio, gente decente. De una vez solo hasta un lugar lejano, sin malas compañías. O incinerado, estupendo. Cualquier río, laguna, charco, alcantarilla: todo lugar sagrado.

​No me acostumbro a vivir.

V

En un principio, con el rencor de su agonía, no podía dormir. Tercas, dolorosas imágenes repetían su muerte noche a noche. Eran mis ojos, lastimados de verla; el tiempo del sobresalto y de la angustia. ¡Qué infinitas caídas agarrado a la almohada, la oscuridad girando, la boca seca, el espanto!

Pero una vez, amaneciendo, la luz indecisa en las ventanas, pasó su mano sobre mi rostro, cerró mis ojos. ¡Qué confortablemente ciego estoy de ella! ¡Qué bien me alcanza su ternura! ¿Qué grande ha de ser su amor que me da su olvido!

VIII

“Si tú me lo permites, doña Luz, te llevo a mi espalda, te paseo en hombros para volver a ver el mundo.

​Quiero seguir dándote el beso en la frente, en la mañana y en la noche y al mediodía. No quiero verte agonizar, sino reír o enojarte o estar leyendo seriamente. Quiero que te apasiones de nuevo por la justicia, que hables mal de los gringos, que defiendas a Cuba y a Vietnam. Que me digas lo que pasa en Chiapas y en el rincón más apartado del mundo. Que te intereses en la vida y seas generosa, enérgica, espléndida y frutal.

​Quiero pasear contigo, pasearte en la rueda de la fortuna de la semana y comer las uvas que tu corazón agitaba a cada paso.

X

Quiero hacerte un poema, darte unas flores, un plato de comida que te guste, alguna fruta, un buen trago; llevarte tus nietos, comunicarte una noticia estupenda.

​De la ventana de tu casa me he regresado porque tu casa está vacía inexplicablemente.

​¿Qué le pasa al mundo?

​Me he puesto a trabajar como un burro tratando de ocuparme, de traerme al mundo, de estar con las cosas. Lo he logrado. ¡Pero hay un instante de lucidez, un solo instante!

​"Si vuelves atrás la mirada quedarás hecho una estatua de sal". Y yo soy, apenas, un hombre de piedra que quiere ver hacia adelante.

XII

Debe ser algo distinto. Tu alma: unos puntos de luz reunidos en el aire, una luz tibia y flotante. Algo que se aposenta en el corazón como un pájaro.

​Yo lo he visto sin verla, la he tocado con otras manos diferentes a éstas. Hemos hablado de algún modo que todavía no entiendo, y me ha dejado triste.

​Me ha dejado triste, tirado todo el día sobre mis sueños.

XIII

"Decías que una mariposa negra es el alma de un muerto. Y hace muchos días que esa mariposa no sale de la casa. Hoy temprano la he visto sobre el cristal de la ventana, aleteando oscuramente, y dije: ¡Quién sabe! ¿Por qué no habías de ser una mariposa rociando mi casa con el callado polen de sus alas?

XVII

“Lloverás en el tiempo de lluvia,

harás calor en el verano,

harás frío en el atardecer.

Volverás a morir otras mil veces.

 

Florecerás cuando todo florezca.

No eres nada, nadie, madre.

 

De nosotros quedará la misma huella,

la semilla del viento en el agua,

el esqueleto de las hojas en la tierra.

Sobre las rocas, el tatuaje de las sombras,

en el corazón de los árboles, la palabra amor.

 

No somos nada, nadie, madre.

Es inútil vivir

pero es más inútil morir.”

 

XIX

Niña muerte, descansa

en nuestros brazos quietos.

En la sombra, descansa

junto a nuestro cuerpo.

Cómete mis ojos

para mirar adentro,

acaba mis labios,

mi boca, el silencio,

bébete mi alma,

bébete mi pecho,

niña muerte, mía,

que yo te mantengo.

 

La tierra está negra,

mi dolor es negro.

Vacía está mi caja,

vacío está mi cuerpo.

 

Niña muerte, gota

de rocío en mi pelo.

***

Hoy no hay frases ni gansos salvajes. 

Gil s’en va


  • Gil Gamés
  • gil.games@milenio.com
  • Entre su obra destacan Me perderé contigo, Esta vez para siempre, Llamadas nocturnas, Paraísos duros de roer, Nos acompañan los muertos, El corazón es un gitano y El cerebro de mi hermano. Escribe bajo el pseudónomo de Gil Gamés de lunes a viernes su columna "Uno hasta el fondo" y todos los viernes su columna "Prácticas indecibles"
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