Gil está de plácemes, la fiesta brava no desaparecerá en la Ciudad de México. La jefa de gobierno Clara Brugada ha dado a conocer su propuesta: se prohíben las corridas de toros con violencia. Se prohíbe la muerte del toro dentro y fuera de la plaza. El toro regresará a su ganadería donde morirá de viejo mientras les cuenta a sus nietos toritos: yo estuve en la Plaza México. La reforma jurídica prohíbe la utilización de objetos punzantes que provoquen heridas como banderillas, espadas, lanzas; Gil medita, morirán los tres tercios, pero nada le hace, cuidemos al toro, además, se sabe que hay objetos punzantes que no provocan heridas. Los matadores se tirarán a matar con una rosa.
Ahora mal sin bien, se protegerán los cuernos del toro para evitar lastimaduras a otros animales o personas y lo más importante, se limita el tiempo de la corrida a 10 minutos por toro. Los taurinos compran su boleto y en una hora salen de la Plaza y se van a sus casas. Genial.
Cero crueldad
Gil no puede sino estar de acuerdo con Clara Brugada, pero a esta fiesta brava le sobra violencia. Así las casas (muletilla patrocinada por ¡Bartlett!) pensemos en restarle crueldad: primero que nada, toros enanos y, sobre todo, sin cuernos. No, no se llaman perros, su nombre es fiesta taurina del bienestar. ¿Se han dado cuenta de que en el tendido se bebe cerveza?, pues muy fácil de ahora en adelante se vende solamente Electrolit de sabores y todos platican tranquilos en el graderío. Gamés quiere de fresa y bien frío.
Dice la jefa de gobierno: “la propuesta nos permitirá mantener esta actividad económica y conservar el empleo de las familias que trabajan en la Plaza México. Podemos transformar la tauromaquia y ponernos a la vanguardia de un modelo taurino libre de violencia que sea referencia mundial y a eso le tenemos que apostar. Es momento de cambiar y mirar hacia adelante siempre en defensa de los derechos de todas y todos”.
Gil sufrió un desmayo. De acuerdo hay que defender los derechos de los toros y las vacas. Gil quisiera presentar ante el ministerio público a algunos toros que se han pasado de la raya en trapío, con malos pensamientos y embestidas que la verdad no se valen. Aquí los únicos culpables son los toros. Gil exige que se abra una carpeta de investigación.
Tauroética
Fernando Savater escribió un libro sobre este asunto: Tauroética (Ariel, 2013): “De modo que si algunos exigen la abolición institucional de la fiesta taurina, la fuerza de la propuesta no está en el desprecio o la repugnancia personal que sienten por ella (la sensibilidad de cada cual no puede convertirse en norma obligatoria para los demás, por exquisita o ‘ilustrada’ que pretenda ser) ni en el hecho de que ponga en entredicho sus valores tradicionales, estéticos o culturales (por no mencionar los económicos o laborales) sino en que la declaran irreversiblemente inmoral”.
“¿Son los animales tan humanos como los humanos animales? ¿Cuál es la actitud ética adecuada frente a las bestias? ¿Debemos reconocer derechos a los animales y considerar la defensa de sus intereses o de su bienestar como parte de nuestras obligaciones morales? ¿Tenemos un contrato con ellos –como con nuestros congéneres– o solo formas de trato que debemos regular de modo específico, es decir propio de su especie, pero distinto de la nuestra?”.
Ortega en Nicaragua
Los gobiernos, cavila Gil, deben ocuparse de muchos asuntos, demasiados, pero hay algunos más importantes que otros. Gil encuentra demasiada enjundia contra la fiesta brava y ni una palabra en contra de la dictadura de Ortega en Nicaragua.
Gil lo leyó en su periódico El País en una nota de Wilfredo Miranda: “El régimen ‘copresidencial’ de Daniel Ortega y Rosario Murillo ha virado la censura contra los medios de comunicación independiente de Nicaragua al terreno digital; la noche del jueves 13 de marzo ordenó bloquear el dominio de cinco publicaciones críticas. La medida imposibilita a los nicaragüenses la consulta de portales entre los que destacan La Prensa, Confidencial y 100% Noticias, cuyas redacciones se mantienen confiscadas”.
¿Nada? Ni una palabra para esa dictadura. No: acabemos con la crueldad del toro ensangrentado.
Todo es muy raro, caracho, como diría Francois René. “La censura ha perdido a todos aquellos a quien quiso servir”.
Gil s’en va