Yo, que soy un optimista feroz, rabioso, irredento, me pregunto: cómo sobrevivir a tanta devastación, a tanto mal, a tanta debacle.
Cierro los ojos y con mi mecanismo de defensa, diría Anna Freud, favorito la evasión digo: vale la pena vivir en un mundo como el nuestro?
Me sonroja por supuesto el optimismo del consejero áulico Leibniz. (este mundo es el mejor de los posibles). Yo no lo creo.
El mundo actual es una sentina de atrocidades sin cuento. Me duele por los ocho costados tanta impunidad y tanta desvergüenza.
Yo no soy ningún redentor y ni quisiera serlo, pero tengo el derecho a pronunciar mi verdad.
Ya lo dijo Enrique Santos en su célebre tango: “los inmorales nos han igualado”. Ah!