Los primores de Yucatán

Laguna /

Visité la vez primera la península (amago de ínsula) de Yucatán hace unos nueve años, si mi memoria no me traiciona.

En aquella visita, promovida por mi entrañable amiga Gabriela Warkentin y por el venturoso empresario Gastón Melo, disfruté la ciudad capital de múltiples gentilicios: meridano, merideño o, el gentilicio culto, emeritense. 

Este último lo aprendí en Viaje al amanecer de Mariano Picón Salas, habitante de una de las cuatro Méridas que yo, al menos desde la perspectiva literaria, conozco: Mérida española, de Filipinas, venezolana y, por supuesto, la Mérida nuestra.

He vuelto a nuestra Mérida después de casi una década y reconfirmé, ¡cómo no!; sus varias y poderosas bondades: arquitectónica, gastronómica, generosa y, sobre todo, la simpatía y amabilidad notabilísimas de las personas que viven en la península.

Por eso, Verónica Prado Santos, Álvaro y Santi Siller y un seguro servi-bar recorrimos Mérida, Sisal, Chelem y Progreso, siempre alentados por el horizonte gastronómico que comprendió delicias que me hicieron recordar aquello de Nervo: 

“los grandes quesos frescales/tentación del paladar”. 

También me retuvo la imaginación idiomática de los lugareños: los neologismos condonería y chicharronería.

La visita a la iglesia donde preside el Cristo Negro fue un increíble ensalmo. ¡Ah¡ Los camarones rellenos de jaiba no tienen desperdicio y las playas son pulquérrimas, así como las calles de colorido vivaz. 

Yo comí como Heliogábalo y descansé como Morfeo. Quiebro una lanza por Yucatán y los héroes de su península.

"Y agradezco en su justo relieve a Federcio Berrón, por su bonhomía y munificencia".


gilpradogalan@gmail.com

  • Gilberto Prado Galán
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