Octavio Paz nació el 31 de marzo de 1914. De modo que hoy es su cumpleaños.
Leí su obra íntegra hace más de 30 años, con el énfasis puesto en la poesía, porque Paz, como escribió el prologuista de Nerval, fue poeta en todos los géneros.
Su enorme -fuera de la norma- comprende, además de la henchida vena lírica, ensayo literario, social y político.
Respecto de este último rubro destaco Tiempo nublado y, sobre todo, ese poderoso libro de título oximorónico, atañedero al estado mexicano y vigente aún El ogro filantrópico.
Dicen los que saben que la almendra o el corazón de la obra de Octavio Paz, premio Cervantes 1981 y Premio Nobel de literatura 1990, es un libro híbrido, que congloba o conjuga su proteica obra -incluso su privilegiada faceta como crítico de arte y su catálogo de viajes y de estancias en diversos países-: El mono gramático.
Yo quiero compartir con ustedes, contigo, los cinco poemas que más me entusiasman de nuestro poeta: “Piedra de sol”, un monumento al sagrado extra-religioso de André Breton, al arte, al amor y a la libertad; el polifacético poema intitulado “Blanco”; la pieza verbal “Noche en claro” que, por cierto, comenté en mi libro Huellas de Salamandra; “La vida sencilla”, bástele el solo nombre por encomio y, por último, un menudo poema que se puede leer a contrapelo: “Exclamación”, alojado en ese medusado poemario “Ladera este”.
Releo con extendida placidez la obra del autor de El laberinto de la soledad. Por todo esto: Paz en la tierra. Feliz, muy feliz, cumpleaños.