Un ritual privado de la cena de fin de año en mi familia es que todos canten, bailen, digan o reciten algo.
Durante años, lo único que yo he podido hacer es mal cantar un corrido, del que hasta ahora sabía sólo las dos primeras estrofas. Hacían siempre un efecto cómico, suficiente para salir del trance. Dicen:
Me enamoré de la hija / del hombre rico del pueblo.
Me la llevé por bonita, / porque ella es todo mi anhelo.
La tengo en una chocita / allá en la cumbre del cerro.
Ella es Carmela González / y yo, Baudelio Gudiño.
Los dos tenemos idilio / y todo el mundo lo sabe.
A mí me gusta lo fino, / por ella van a matarme…
En la cena de fin de año de 2024, pensé, vanidosamente, que podía completar la parte del corrido que no me sabía y añadí unas estrofas. Inventé, en seguimiento de las estrofas que sabía, estas otras:
Vino mi suegro a encararme, / y yo salí sin mi fierro.
Me dijo: “Nada te debo, / pero tienes lo que quiero.
Me la regresas ahorita, / y te puedes ir entero”.
Le dije: “Entero no soy. / No valgo nada sin ella.
Si se la quiere llevar,/ pégueme un tiro primero”.
Se le achicaron los ojos / y se levantó el sombrero.
Me dijo: “Eso es hablar, / ni modo que te lo niegue.
Pero regrésala y pide, / y ella decida si quiere”.
Ahí mismo la devolví, / la fui a pedir otro día.
Quiso lo que ya quería / que era quedarse en el cerro.
Y así se saldó el asunto / de mi casorio cuatrerooo.
Mal canté mi corrido inventado y luego fui a buscar el verdadero en las redes. Apareció a la primera, porque es un clásico que cantan Los Alegres de Terán. La letra original desmintió crudamente la mía, como la realidad nuestros anhelos. Dice:
“Yo desde aquí los diviso, / tengo pa’ darles batalla”,
decía Baudelio Gudiño / en medio de la metralla.
“Tengo las horas contadas / el viento trae los rumores.
Que se oyen ya las pisadas / de más de cuatro matones,
aparte de una brigada / que viene ya por los montes”.
Poco después los soldados / acorralaron al hombre
y sin piedad lo mataron / en el Barranco del Cobre.
Carmela quiso salvarlo. / Así es la suerte del pobre. . .
(Se repite)
Esta es la breve historia de mi corrido desmentido. Creo que entonces, como ahora, Los Alegres de Terán… decían la verdad.