Economías modestas

Jalisco /

El crecimiento económico latinoamericano será “modesto” en 2025: 2.3 por ciento en promedio, de acuerdo a lo que dicen los expertos de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE). Mientras que a nivel mundial el promedio de crecimiento para este año es de 3.2 por ciento, en América Latina no sólo estamos por debajo de ese promedio sino que nos encontramos en fase de desaceleración, lo que significa que lo más probable es que en los siguientes dos años las cifras no mejoren.

Precisamente, para 2026 ya se observan desaceleraciones en la mayoría de los países latinoamericanos, de acuerdo a Aida Caldera Sánchez, jefa de la Dirección de Economía de la OCDE, quien presentó recientemente un informe sobre perspectivas económicas. Lo curioso es que dentro del conjunto latinoamericano las dos grandes economías enfrentan situaciones dispares: Brasil crecerá 2.4 por ciento este año pero perderá fuerza en 2026 y apenas tendría un repunte de 1.7 por ciento. Mientras que en el caso de México se espera un crecimiento de alrededor de 0.7 por ciento en 2025, y luego una leve mejoría que se traduciría en 1.2 por ciento y 1.7 por ciento de incremento en 2026 y 2027 respectivamente.

Si pensamos que entre 2015 y 2024 el crecimiento promedio latinoamericano fue de apenas 0.9 por ciento -lo que para la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) representa una “década perdida”-, más que modestia lo que tienen las economías de la región es precariedad. No sólo estamos atrapados en la trampa del escaso crecimiento, los empleos informales, la pobreza y la desigualdad, sino que el escenario es de precariedad: sin planificación a mediano y largo plazo, sin motores propios con suficiente impulso y con una gran dependencia de factores volátiles como el precio de las materias primas, la sensación es que cada repunte, cada viento favorable es temporal y que, contrariamente, la fragilidad es permanente.

Hablar de crecimientos modestos en América Latina es demasiado modesto. Más bien debemos hablar de las grandes carencias que frenan cualquier impulso importante: la educación deficiente, la salud precaria, la infraestructura que no alcanza, la ciencia y la tecnología relegadas, y una notable falta de visión a largo plazo. Cuando el mundo corre hacia el conocimiento, la innovación y la tecnología, los rezagos que padecemos en esta región no sólo nos limitan en cuanto a la posibilidad de generar riqueza sino que profundizan los malestares de la pobreza, la desigualdad y la precariedad.

La gran pregunta es cómo pasar de economías modestas y precarias a otras que sean más fuertes, ágiles e innovadoras. Y en la era del conocimiento no se pueden lograr mejores resultados sin invertir en el conocimiento, sin tener condiciones mínimas que permitan ajustarse a los cambios y dar el salto al futuro. La cuestión de fondo no está en los indicadores de crecimiento sino en la capacidad de generar impulso propio y reinventar un escenario que hasta ahora ha sido modesto y precario.


  • Héctor Farina Ojeda
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